Evangelio Dominical

“Tu palabra es lámpara que guía mis pasos; luz que alumbra mi camino” Sl 119

Lectura del santo evangelio según san Juan (2,1-11):

Lectura del santo evangelio según san Juan (2,1-11):

​Se celebraban unas bodas en Caná de Galilea, y​ la madre de Jesús estaba allí. También invitaron a Jesús y a sus discípulos al banquete de bodas. Y como se acabó el vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino.»

Jesús le respondió: «Déjame, mujer. Todavía no ha llegado mi hora.»

Su madre dijo a los sirvientes:​ «Hagan lo que él les diga.​»

Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos. En cada una cabían unos cincuenta litros​.

Jesús dijo a los sirvientes:​ «Llenen de agua esas tinajas.»

Y las llenaron de agua hasta el borde.

«​Ahora saquen-añadió Jesús-y llévenle al jefe del servicio​.»

Y así lo hicieron. El jefe del servicio no sabía de dónde había salido más vino, pero los sirvientes, que habían sacado el agua, s​í lo sabían.

De modo que cuando probó el agua convertida en vino, llamó al​ novio y le dijo: «​Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando​ todos han bebido bastante, el menos bueno. Tú, en cambio, guardaste el mejor vino hasta ahora.»

Esta fue la primera obra reveladora de Jesús. Con ella manifestó su gloria en Caná de Galilea, y sus discípulos creyeron en él​.

Palabra del Señor.

Enseñanza: El relato de las bodas de Caná nos muestra cómo Dios obra en nuestras vidas de manera extraordinaria a través de lo ordinario. El agua convertida en vino simboliza la transformación que Jesús quiere realizar en nosotros: Él toma nuestra humanidad limitada y, por su gracia, la eleva, llenándola de plenitud y gozo. Este pasaje también resalta la importancia de la intercesión de María, quien, atenta a las necesidades de los demás, confía plenamente en la acción de su Hijo. Su frase, “Hagan lo que Él les diga”, sigue siendo una invitación para nosotros hoy: confiar, obedecer y permitir que Jesús actúe en nuestras vidas, incluso cuando no entendamos sus tiempos o formas.

El Papa Francisco nos recuerda que el vino nuevo simboliza “la alegría del Evangelio”, esa alegría que transforma el corazón y llena nuestra vida de sentido. Este milagro también nos invita a reflexionar: ¿estamos atentos a las necesidades de los demás, como lo estuvo María? ¿Confiamos en que Jesús puede transformar nuestras carencias y vacíos en abundancia y alegría?

Reflexión práctica:

  1. Examina en tu vida qué áreas necesitan la intervención de Jesús: ¿qué agua quieres que Él convierta en vino?
  2. Imitando a María, sé sensible a las necesidades de quienes te rodean y actúa como un puente que los acerque a Jesús.
  3. Cultiva la alegría de saber que Dios siempre guarda “el mejor vino” para quienes confían en Él, aunque llegue en los momentos más inesperados.

Comienzo del santo evangelio según san Lucas (1,1-4; 4,14-21):

Puesto que muchos ya emprendieron la tarea de componer un relato de todos los acontecimientos que por voluntad divina se han cumplido entre nosotros, siguiendo la tradición que nos dejaron los que desde el principio fueron testigos oculares y luego se dedicaron al servicio de la palabra; también a mí me pareció oportuno, después de investigarlo todo cuidadosamente desde sus orígenes, ofrecerte, ilustre Teófilo, esta narración ordenada para que compruebes la solidez de las enseñanzas que recibiste.

Dando comienzo a su ministerio público, regresó Jesús del desierto a Galilea, revestido del poder del Espíritu. Su fama extendió por toda la región. Y elogiado por todos, empezó a enseñar en las sinagogas de los judíos.

Entonces fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.

Le presentaron el libro del profeta Isaías, y abriéndolo, encontró el pasaje donde dice:

«El espíritu del Señor está sobre mí. porque el Señor me ungió. Él me envió a llevar una buena noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos; a dar la libertad a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor.»

Jesús cerró el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles:

«Este pasaje de la Escritura se ha cumplido al escucharlo hoy ustedes.»

Palabra del Señor.

Enseñanza: Jesús inicia su ministerio público anunciando que las profecías se han cumplido. Él es el Ungido de Dios, enviado para traer la Buena Noticia a los pobres, liberar a los cautivos y sanar a los corazones heridos. Este pasaje nos recuerda que la misión de Cristo no es solo espiritual, sino profundamente transformadora de la realidad humana. La proclamación del “año de gracia del Señor” nos habla de la cercanía de un Dios que restaura, consuela y transforma.

El Papa Francisco nos invita a reconocer que esta misión no es solo de Jesús, sino también nuestra. Somos llamados a ser sus manos y pies en el mundo, llevando esperanza a quienes más lo necesitan. Vivir el Evangelio implica comprometerse con los pobres, los marginados y los heridos, recordando siempre que cada pequeño gesto cuenta para construir el Reino de Dios.

Reflexión práctica:

  1. Pregúntate: ¿a quién puedes llevar la Buena Noticia en tu entorno? ¿Quiénes son los pobres, los oprimidos o los heridos que necesitan consuelo y esperanza?
  2. Reflexiona sobre cómo puedes vivir el “año de gracia del Señor” en tu vida cotidiana: tal vez con un acto de generosidad, reconciliación o servicio.
  3. No olvides que el anuncio de la Palabra siempre debe ir acompañado de acciones concretas que reflejen el amor de Dios.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,22-40):

Enseñanza: El encuentro de Simeón y Ana con el niño Jesús en el templo nos recuerda que Dios siempre cumple sus promesas. Simeón y Ana simbolizan la espera paciente y la fe perseverante. Ambos vivieron con la certeza de que verían al Salvador, y su esperanza fue recompensada con un encuentro transformador. Este pasaje nos enseña que la espera no es en vano cuando confiamos en el tiempo de Dios, quien obra en nuestra vida de maneras misteriosas pero siempre llenas de amor.

Además, la profecía de Simeón a María nos recuerda que seguir a Jesús implica cargar la cruz. La espada que atravesará el corazón de María nos invita a aceptar el sufrimiento como parte del camino cristiano, sabiendo que la gloria de Dios siempre prevalece.

Reflexión práctica:

  1. En los momentos de espera o incertidumbre, recuerda que Dios siempre cumple sus promesas. Fortalece tu fe a través de la oración y la confianza en su plan.
  2. Agradece por los “Simeones” y “Anas” en tu vida: personas mayores o sabias que, con su ejemplo, te inspiran a vivir con esperanza.
  3. Reflexiona sobre cómo puedes presentar tu vida ante el Señor, tal como María y José presentaron al niño Jesús en el templo.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,1-11):

Una vez que la gente se agolpaba en torno a él para oír la palabra de Dios, estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.

Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

«Rema mar adentro, y echen sus redes para la pesca».

Respondió Simón y dijo:

«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:

«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».

Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón:

«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».

Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor.

Enseñanza: El milagro de la pesca abundante nos muestra que el poder de Dios trasciende nuestras capacidades y esfuerzos. Pedro y los demás pescadores habían trabajado toda la noche sin éxito, pero la obediencia a la palabra de Jesús les trajo una recompensa inesperada. Este pasaje nos enseña que los verdaderos frutos no vienen de nuestra fuerza, sino de nuestra confianza y fidelidad al Señor.

La invitación de Jesús a Pedro para ser “pescador de hombres” nos recuerda que todos tenemos una misión. Dejando atrás sus redes, Pedro se convierte en discípulo, dispuesto a seguir a Jesús en la tarea de anunciar el Reino.

Reflexión práctica:

  1. Identifica en qué áreas de tu vida necesitas confiar más en la palabra de Jesús, incluso cuando todo parece estar en tu contra.
  2. Reflexiona sobre tu propia misión como “pescador de hombres”: ¿cómo puedes atraer a otros hacia Cristo a través de tu ejemplo, palabras y acciones?
  3. Recuerda que Jesús no elige a los perfectos, sino a los disponibles. Ofrece tus talentos, limitaciones y tiempo al servicio del Reino.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6, 17.20-26):

En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:

«Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios.

Bienaventurados los que ahora tienen hambre, porque quedarán saciados.

Bienaventurados los que ahora lloran, porque reirán.

Bienaventurados ustedes cuando los odien los hombres, y los excluyan, y los insulten y proscriban su nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.

Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían sus padres con los profetas.

Pero ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya han recibido su consuelo!

¡Ay de ustedes, los que están saciados, porque tendrán hambre!

¡Ay de los que ahora ríen, porque harán duelo y llorarán!

¡Ay si todo el mundo habla bien de ustedes! Eso es lo que sus padres hacían con los falsos profetas.

Palabra del Señor.

Enseñanza: Las bienaventuranzas nos muestran un camino revolucionario hacia la felicidad. Jesús desafía las prioridades del mundo, invitándonos a valorar la humildad, la pobreza de espíritu, la compasión y la búsqueda de la justicia. Este mensaje nos llama a poner nuestra esperanza no en las riquezas o el éxito, sino en las promesas eternas de Dios.

El Papa Francisco nos recuerda que las bienaventuranzas son un programa de vida: “Son un camino que va en contra de la lógica del mundo, pero que conduce a la verdadera alegría.”

Reflexión práctica:

  1. Reflexiona sobre cuál de las bienaventuranzas te desafía más y cómo puedes vivirla en tu vida diaria.
  2. Examina tus prioridades: ¿están alineadas con los valores del Evangelio o con los del mundo?
  3. Busca formas concretas de ser consuelo y esperanza para quienes lloran, tienen hambre o son rechazados.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,27-38):

Jesús proclamó las bienaventuranzas y luego siguió diciendo a sus discípulos

«A ustedes que me escuchan, les digo:

Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian; bendigan a los que los maldicen, oren por los que los injurian.

Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra, y si alguien te quita la capa, déjale también la túnica.

A todo el que te pida dale y al que te quite lo tuyo no se lo reclames. Traten a los demás, como quieren que ellos los traten. Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a los que los aman.

Si hacen el bien a los que les hacen el bien ¿qué mérito tienen? Los pecadores hacen lo mismo. Si prestan cuando esperan que les paguen, ¿qué mérito tienen? También los pecadores se prestan unos a otros, con intención de recobrar lo prestado.

Amen más bien a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar que les paguen nada; y será muy grande su recompensa, y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los malos.

Sean misericordiosos, como es misericordioso su Padre.

No censuren, y Dios no los censurará. No condenen, y él no los condenará. Perdonen, y Dios los perdonará. Den, y él les dará; les llenará la medida con generosidad, con creces, hasta el borde.

Pues la medida con que den, será la medida con que reciban.»

Palabra del Señor.

Enseñanza: El mensaje de este Evangelio es profundamente desafiante: amar a los enemigos, orar por quienes nos lastiman, y ser generosos incluso con quienes no lo merecen. Jesús nos invita a vivir una misericordia radical, reflejando el amor perfecto del Padre. Este amor no busca reciprocidad ni reconocimiento; se entrega libremente porque es un amor que nace de Dios.

Jesús nos reta a superar la lógica humana de la retribución y el resentimiento para adoptar la lógica divina del perdón y la generosidad. Al amar a nuestros enemigos, imitamos al Padre celestial, que “es bueno con los ingratos y los malos”. Este amor es la medida con la que seremos juzgados: “La medida con que den, será la medida con que reciban.”

Reflexión práctica:

  1. Identifica a alguien con quien tengas dificultades para reconciliarte y ora por esa persona.
  2. Pregúntate: ¿cómo puedes reflejar el amor de Dios en tus relaciones diarias, especialmente con quienes te cuesta amar?
  3. Practica la generosidad sin esperar nada a cambio, confiando en que Dios recompensará tus acciones.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6, 39-45):

Prosiguiendo su enseñanza, les dijo Jesús a los discípulos estas parábolas:

«Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?

El discípulo no está sobre el maestro; lo que podrá hacer al terminar su formación, será igualarlo.

¿Por qué te fijas en la astillita que hay en el ojo de tu hermano, y no adviertes la viga que tienes en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano:

Hermano, déjame quitarte la astillita del ojo, ¿si no ves la viga que tienes en el tuyo? Hipócrita, quítate primero la viga, y entonces verás claro para quitarle a tu hermano la astillita.

«No hay árbol sano que dé cosecha dañada, ni tampoco árbol podrido que dé cosecha buena. Cada árbol se conoce por lo que produce. En un espino no se encuentran higos ni de zarzas se cosechan uvas.

El hombre bueno, del bien que en su corazón tiene guardado, saca cosas buenas, y el hombre malo, del mal saca cosas malas. Porque de lo que rebosa el corazón, habla la boca.

Palabra del Señor.

Enseñanza: Jesús utiliza imágenes claras para enseñar sobre el juicio, la autocrítica y la autenticidad. Nos recuerda que no podemos guiar a otros si no somos conscientes de nuestras propias limitaciones. Antes de señalar las faltas de los demás, debemos examinar nuestro propio corazón, eliminando aquello que nos impide ver con claridad.

Reflexión práctica:

  1. Haz un examen de conciencia: ¿Qué “vigas” necesitas retirar de tu vida para poder ayudar a los demás con autenticidad?
  2. Reflexiona sobre los frutos que estás dando: ¿Tus palabras y acciones reflejan un corazón lleno del amor de Dios?
  3. Busca la humildad al tratar con los demás, recordando que todos necesitamos la gracia de Dios para crecer.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,1-13):

Una vez bautizado, Jesús volvió del Jordán lleno del Espíritu Santo, y el Espíritu lo llevó por el desierto. Allí permaneció cuarenta días, y fue tentado por el diablo. Todo ese tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.

Entonces el diablo le dijo: «Si de veras eres el Hijo de Dios, manda que esta piedra se convierta en pan.»

Jesús le respondió: «La Escritura dice: ´No solamente de pan vive el hombre´.»

Entonces el diablo lo arrebató hacia lo alto y en un instante le mostró todos los reinos de la tierra.

Luego le dijo: «Yo te voy a dar el poder sobre todos estos reinos y toda su gloria, porque a mí me pertenecen y se los doy a quien quiero. Si te arrodillas y me adoras todo eso será tuyo.»

Jesús le respondió: «La Escritura dice: ´Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él lo servirás´.»

Finalmente lo llevó a Jerusalén, lo colocó en el lugar más alto del templo y le dijo: «Si de veras eres el Hijo de Dios, tírate de aquí.

Porque la Escritura dice: ´A sus ángeles dará órdenes para que te guarden´ y también ´Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra.´»

Jesús le respondió: «Está mandado: ´No exigirás pruebas al Señor tu Dios´».

Y después que el diablo propuso a Jesús toda clase de tentaciones, lo dejó hasta que llegara el momento propicio.

Palabra del Señor.

Enseñanza: El relato de las tentaciones de Jesús en el desierto nos invita a reflexionar sobre las pruebas que enfrentamos en nuestra vida y cómo responder a ellas con fidelidad. Jesús, lleno del Espíritu Santo, nos enseña a resistir las tentaciones del poder, la riqueza y la autosuficiencia, confiando plenamente en Dios y en su Palabra.

Cada respuesta de Jesús al diablo nos recuerda que la verdadera fuerza no proviene de satisfacer nuestras necesidades materiales o buscar la gloria mundana, sino de una relación profunda y confiada con el Padre. Este tiempo de Cuaresma nos invita a seguir su ejemplo, fortaleciendo nuestra fe a través de la oración, el ayuno y las obras de caridad.

Reflexión práctica:

  1. Identifica las tentaciones que enfrentas en tu vida diaria: ¿Cómo puedes responder a ellas con la Palabra de Dios?
  2. Usa este tiempo de Cuaresma para profundizar en tu relación con Dios mediante prácticas espirituales que fortalezcan tu fe.
  3. Reflexiona sobre las áreas de tu vida en las que necesitas confiar más en Dios y menos en tus propias fuerzas.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,28b-36):

En cierta ocasión llamó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió con ellos al monte a orar. Y mientras estaba orando, el aspecto de su rostro se transformó, y su vestidura quedó blanca y deslumbrante.

De pronto dos personajes empezaron a hablar con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron rodeados de gloria y hablaban de la partida de Jesús de este mundo, que iba a cumplirse en Jerusalén.

Y aunque Pedro y sus dos compañeros estaban con mucho sueño, pudieron mantenerse despiertos y vieron su gloria y a los dos personajes que estaban con él.

Y cuando ya estaban estos para irse, le dijo Pedro a Jesús:

«Maestro, ¡qué bueno que estemos nosotros aquí! Vamos a hacer tres enramadas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Es que no sabía lo que decía.

Todavía estaba él hablando, cuando apareció una nube que se posó sobre ellos. Y al quedar envueltos en la nube, se llenaron de miedo.

Entonces se oyó una voz que salía de la nube y decía:

«Este es mi Hijo, mi elegido. Escúchenlo a él.»

Y cuando dejó de oírse la voz, quedó Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y de momento no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Palabra del Señor.

Enseñanza: El Evangelio de la Transfiguración nos revela la gloria de Jesús como el Hijo amado del Padre, anticipando la victoria de la resurrección. Este pasaje nos invita a entrar en la experiencia de la oración profunda, donde podemos contemplar la presencia de Dios y recibir su luz en medio de nuestras propias oscuridades.

La voz del Padre que dice: “Este es mi Hijo, mi elegido. Escúchenlo a él” nos recuerda la importancia de obedecer y seguir a Jesús en nuestro camino de fe. En la Cuaresma, este momento es una llamada a abrirnos al misterio de Cristo y a confiar en su plan, incluso en las dificultades.

Reflexión práctica:

  1. Dedica tiempo para la oración en silencio, permitiendo que la voz de Dios hable a tu corazón.
  2. Reflexiona sobre cómo puedes escuchar mejor a Jesús en tu vida diaria: ¿Qué cambios puedes hacer para seguirlo más de cerca?
  3. Contempla la gloria de Cristo en medio de las pruebas, confiando en que él te lleva a la vida plena.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,1-9):

Hablaba Jesús del juicio divino, cuando se presentaron unos y le contaron el caso de los galileos que Pilato había mandado matar mientras ofrecían sacrificios, de manera que se mezcló su sangre con la de los animales que sacrificaban. Jesús les dijo entonces:

«¿Piensan que porque ellos sufrieron esa muerte eran más pecadores que los demás galileos? Les aseguro que no.

Y si ustedes no se arrepienten, todos por igual van a perecer. O aquellas dieciocho personas que murieron en Siloé, aplastadas por la torre que les cayó encima, ¿piensan que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no.

Y si ustedes no se arrepienten, van a perecer todos por igual.»

Les dijo también esta parábola:

«Un hombre tenía una higuera sembrada en medio de su viña. Y fue a ver si encontraba higos. pero no encontró. Entonces le dijo al encargado de la viña: ´Ya ves, desde hace tres años estoy viniendo a buscar higos en esta higuera y nunca encuentro nada. Lo mejor es que la cortes.

¿Para qué dejar que ocupe terreno inútilmente?´ Pero el encargado le contestó: ´Señor, déjala todavía otro año; mientras tanto yo remuevo la tierra y le echo abono. Tal vez entonces dé cosecha. Si no da, entonces sí la cortas.´»

Palabra del Señor.

Enseñanza: Jesús nos invita a reflexionar sobre nuestra necesidad de conversión. Los ejemplos de los galileos y las víctimas de Siloé nos recuerdan que las tragedias no son un castigo divino, sino una oportunidad para examinar nuestra propia vida y arrepentirnos.

La parábola de la higuera es un mensaje de esperanza y paciencia. Aunque no siempre demos frutos, Dios nos ofrece su misericordia y nos da tiempo para cambiar. Sin embargo, también es un llamado a no postergar nuestra conversión, porque el tiempo es limitado.

Reflexión práctica:

  1. ¿Qué aspectos de tu vida necesitan un cambio urgente para dar frutos buenos? Haz un compromiso concreto de acción.
  2. Confía en la paciencia y misericordia de Dios, pero no dejes para mañana lo que puedes transformar hoy.
  3. Cultiva tu fe con la “tierra” de la oración y el “abono” de las obras de caridad.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32):

Todos los recaudadores y pecadores se acercaban a escuchar a Jesús.

Entonces los fariseos y los escribas empezaron a criticarlo. Decían: «Este hombre acepta a los pecadores y hasta come con ellos.»

Jesús les dijo esta parábola:

«Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos le dijo a su padre: ´Padre, dame la parte de la herencia que me toca.´ Él les repartió los bienes.

Pocos días después, el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde derrochó todos sus bienes, levando una vida de libertinaje.

Cuando se lo había gastado todo, vino un hambre terrible en esa tierra, y empezó a pasar necesidad.

Entonces fue y se arrimó a uno de los habitantes del país, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y sentía ganas de calmar el hambre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.

Entonces recapacitó y dijo: ´¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me estoy muriendo de hambre!

Voy a volver a donde mi padre y le digo: Padre, pequé contra Dios y contra ti. Ya no merezco que me llames hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros´.

Y efectivamente emprendió el viaje y se fue a donde su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo divisó y se conmovió; corrió y lo recibió con abrazos y besos.

El hijo empezó: ´Padre, pequé contra Dios y contra ti. Ya no merezco que me llames hijo tuyo´.

Pero el padre les dijo a sus sirvientes: ´¡Pronto! saquen la mejor ropa y vístanlo con ella; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.

Traigan el novillo más gordo, mátenlo y hagamos un banquete porque este hijo mío estaba muerto y resucitó, estaba perdido y lo encontramos´.

Y empezaron el banquete.

«El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cerca ya de la casa. oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los sirvientes y le preguntó qué era eso. Él le dijo: ´¡Volvió tu hermano!, y tu padre mandó matar el novillo más gordo por haberlo recobrado sano y salvo.´

El hijo mayor se puso furioso y no quería entrar. El padre salió y empezó a rogarle que entrara. Pero él replicó: ´Fíjate cuántos años hace que te estoy sirviendo sin desobedecer jamás una orden tuya, y a mí nunca me has dado ni siquiera un cabrito para tener un banquete con mis amigos. ¡Pero apenas llega este hijo tuyo que derrochó sus bienes con mujeres de mala vida, para él sí mandas matar el novillo más gordo!´

El padre le dijo: ´Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y resucitó, estaba perdido y lo encontramos.´»

Palabra del Señor.

Enseñanza: La parábola del hijo pródigo es un hermoso reflejo del amor incondicional de Dios, que siempre está dispuesto a recibirnos con los brazos abiertos cuando regresamos a él con un corazón arrepentido. Nos enseña que no importa cuán lejos hayamos ido, siempre hay un lugar para nosotros en la casa del Padre.

El padre de la parábola no solo perdona, sino que celebra el regreso del hijo con un banquete, mostrando la alegría divina por cada pecador que se arrepiente. Por otro lado, el hijo mayor nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud hacia los demás: ¿Somos generosos y comprensivos, o guardamos rencor y orgullo?

Reflexión práctica:

  1. Examina si hay algo que te aleja de Dios y haz un acto de reconciliación, ya sea a través de la confesión o la oración.
  2. Piensa en las personas que necesitan tu perdón o comprensión: ¿Cómo puedes imitarlas el amor y la misericordia del Padre?
  3. Vive con gratitud, recordando que todo lo que tienes es un regalo del Padre amoroso.

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):

Jesús se dirigió al Monte de los Olivos. Y por la mañana temprano fue otra vez al templo, y todo el pueblo se reunió junto a él: el se sentó y se puso a enseñarles.

Entonces los escribas y los fariseos le llevaron una mujer que habían sorprendido cometiendo adulterio, la colocaron en medio y le dijeron a Jesús:

«Maestro, a esta mujer la sorprendimos en el momento mismo de cometer adulterio. Y en la Ley nos mandó Moisés que a esas personas hay que darles muerte apedreándolas. ¿Tú qué dices?»

Esto lo decían para ponerlo en dificultades y tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y empezó a escribir con el dedo en el suelo.

Como ellos siguieron insistiendo con la pregunta, él se levantó y les dijo:

«¡El que no tenga pecado, que le tire la primera piedra!»

Y se volvió a inclinar y siguió escribiendo en el suelo. Ellos, al oír esto, se fueron retirando uno por uno, comenzando por los más viejos; y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante.

Entonces se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te condenó?»

Ella respondió: «Nadie, Señor.»

Jesús le dijo: «Pues tampoco yo te condeno. Vete, y de ahora en adelante no peques más.»

Palabra del Señor.

Enseñanza: El relato de la mujer sorprendida en adulterio nos enseña sobre el inmenso amor y misericordia de Jesús. Mientras los escribas y fariseos buscan condenar, Jesús responde con sabiduría, recordando que todos somos pecadores y necesitamos la gracia de Dios. Su frase: “El que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”, nos invita a dejar de juzgar a los demás y a mirar primero nuestro propio corazón.

Jesús no condena a la mujer, sino que la libera y la llama a una vida nueva: “Vete, y de ahora en adelante no peques más”. Esto nos recuerda que la misericordia de Dios no es una aprobación del pecado, sino una invitación a la transformación.

Reflexión práctica:

  1. Reflexiona sobre tu tendencia a juzgar a los demás: ¿Hay alguien a quien necesitas ofrecer misericordia en lugar de condena?
  2. Reconoce tus propias faltas y acércate al sacramento de la reconciliación, buscando la misericordia de Dios.
  3. Haz un esfuerzo concreto por perdonar a alguien que te haya ofendido o con quien tengas un conflicto.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,38-44):

En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato.

Y se pusieron a acusarlo diciendo:

«Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey»,

Pilato le preguntó:

«¿Eres tú el rey de los judíos?»

Él le responde:

«Tú lo dices».

Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:

«No encuentro ninguna culpa en este hombre»,

Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo:

«Instiga al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí».

Pilato al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.

Herodes, al ver a Jesús, se muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante palabrería; pero él no le contestó nada.

Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con insistencia.

Herodes, con su soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre sí.

Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:

«Me han traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusan; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya ven que no ha hecho nada digno de muerte.

Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».

Ellos vociferaron en masa:

«¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás»,

Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:

«¡Crucifícalo, crucifícalo¡»

Por tercera vez les dijo:

«Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».

Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que le crucificara; e iba creciendo su griterío.

Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían:

soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.

Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:

«Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren por ustedes y por sus hijos, porque miren que vienen días en los que dirán: ´´Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado´´. Entonces empezarán a decirles a los montes: ´´Caigan sobre nosotros´´, y a las colinas: ´´Cúbrannos´´; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?».

Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

Y cuando llegaron al lugar llamado La Calavera

lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Jesús decía:

«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».

Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte.

El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo:

«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido»,

Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:

«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».

Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:

«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».

Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:

«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente que recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio. Este no ha hecho nada malo».

Y decía:

«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».

Jesús le dijo:

«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.»

Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:

«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu»,

Y, dicho esto, expiró.

El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios

diciendo:

«Realmente, este hombre era justo».

Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.

Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.

Había un hombre, llamado José, que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo (este no había dado su asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos);

era natural de Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. Este acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo

colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía.

Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea

lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. Al regresar, prepararon aromas y mirra.

Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto.

Palabra del Señor.

Enseñanza: La Pasión según San Lucas nos muestra el camino de Jesús hacia la cruz como el mayor acto de amor y obediencia al Padre. En medio del sufrimiento, Jesús pronuncia palabras de perdón y esperanza: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” y “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

La figura del buen ladrón nos recuerda que nunca es tarde para arrepentirse y volver a Dios, quien siempre está dispuesto a acogernos. También vemos el contraste entre la dureza de los corazones que condenaron a Jesús y la humildad de quienes reconocieron su inocencia y justicia, como el centurión romano y José de Arimatea.

Este relato nos invita a contemplar el amor sacrificial de Cristo, quien entregó su vida por nuestra salvación. Es un llamado a cargar nuestra cruz con fe y a seguir el ejemplo de Jesús en la entrega por los demás.

Reflexión práctica:

  1. Acompaña a Jesús en su Pasión, dedicando tiempo a meditar en su amor y sacrificio por ti.
  2. Busca perdonar a quienes te han herido, siguiendo el ejemplo de Jesús en la cruz.
  3. Ofrece un acto concreto de amor o sacrificio por alguien que lo necesite, como una forma de cargar tu propia cruz.

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:

«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

Enseñanza: El evangelio de la Resurrección nos llena de esperanza y alegría. María Magdalena, la primera en descubrir el sepulcro vacío, representa la búsqueda ferviente de Jesús incluso en medio de la incertidumbre. Su anuncio a Pedro y al otro discípulo nos recuerda que la fe se vive en comunidad, compartiendo las buenas noticias del Señor.

La escena del sepulcro vacío y los lienzos tendidos destaca la realidad de la Resurrección. Juan “vio y creyó”, mostrándonos que, aunque todavía no comprendían plenamente las Escrituras, la fe puede surgir incluso en momentos de desconcierto. Este evento central de nuestra fe nos invita a abrir nuestros corazones a la vida nueva que Jesús nos ofrece con su victoria sobre la muerte.

Reflexión práctica:

  1. Contempla el sepulcro vacío como signo de esperanza: Jesús ha resucitado y su amor ha vencido al pecado y la muerte.
  2. Vive la Pascua compartiendo la alegría de la Resurrección con los demás a través de gestos de amor y servicio.
  3. Dedica tiempo a profundizar en la Escritura para comprender mejor el misterio de la Resurrección en tu vida.

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

«Paz a ustedes».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

«Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así

también los envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:

«Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

«Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó:

«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

«Paz a ustedes»

Luego dijo a Tomás:

«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás:

«¡Señor mío y Dios mío!.»

Jesús le dijo:

«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los

que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

Palabra del Señor.

Enseñanza: En este evangelio, Jesús resucitado se aparece a los discípulos y les da un mensaje de paz y reconciliación: “Paz a ustedes”. Su saludo se convierte en una invitación a vivir en comunión con Dios y con los demás, confiando en su misericordia.

La figura de Tomás, que duda hasta tocar las heridas de Jesús, refleja nuestras propias luchas con la fe. Jesús no lo reprende, sino que lo invita a creer: “Bienaventurados los que crean sin haber visto”. Esto nos recuerda que la fe no siempre depende de pruebas tangibles, sino de la confianza en el amor y la promesa de Dios.

El envío del Espíritu Santo y el poder de perdonar pecados nos muestran que la Resurrección de Jesús no solo transforma a los discípulos, sino que nos da una misión: ser portadores de su misericordia en el mundo.

Reflexión práctica:

  1. Reflexiona sobre tus dudas y miedos, y preséntalos a Jesús, confiando en su misericordia y amor.
  2. Participa en el sacramento de la reconciliación, recordando que el Espíritu Santo nos da el poder de experimentar el perdón y la paz.
  3. Sé un mensajero de paz en tu entorno, siguiendo el ejemplo de Jesús al reconciliarte con quienes tengas conflictos.

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