Santo Rosario
«El Rosario es la cadena de amor que une a los fieles con María y con su Hijo Jesús» Santo Tomás de Aquino
Entre los nombres que le damos a nuestra Madre del Cielo se encuentra el de ser “Reina de la paz”. Esta es la última invocación que traen para ella la oración tradicional de las letanías, como si al nombrarla “Reina de la paz”, encerráramos todas las demás. El Papa nos ha hecho una llamada: “Serviros con frecuencia de este potente instrumento que es la oración del Santo Rosario, para que lleve la paz en el corazón, en la familia, en la Iglesia y en el mundo”. Caminemos, junto con la Red Mundial de Oración del Papa, el rezo del Santo Rosario, diciendo con María “He aquí la sierva del Señor”. Pidamos a quien supo “guardar en su corazón” las cosas de Dios, que nos acompañe a contemplar en el silencio interior, los misterios de la vida de su Hijo. Rezar por la paz en el mundo, con el Rosario de la Virgen María, cultiva la paz del corazón y transforma nuestros ambientes en verdaderos “talleres de paz”.
¡Nos disponemos a contemplar cómo Dios vino y vivió como uno de nosotros en el interior de la familia de Nazareth. Así también podemos nosotros meditar el modo en que vivimos en nuestras familias y cómo Dios viene cada día a nuestra vida cotidiana y se hace presente haciendo camino con nosotros.
- La encarnación del Hijo de Dios.
«Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; el nombre de la virgen era María» (Lc 1,26-27).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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La visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel.
«En aquellos días María se puso en camino y fue aprisa a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Y sucedió que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando a voz en grito, dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno”» (Lc 1, 39-42)
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
- El nacimiento del Hijo de Dios.
«Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo Cirino gobernador de Siria. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento» (Lc 2,1-7).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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La Presentación de Jesús en el templo.
«Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, como lo había llamado el ángel antes de ser concebido en el seno. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor» (Lc 2, 21-24).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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El Niño Jesús perdido y hallado en el templo.
«Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres…
Y sucedió que al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas» (Lc 2, 41-47)
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
Oración final: Señor… Mirando tu Encarnación y tu vida sencilla, deseo aprender a vivir como Tú viviste. La vida de tu Madre, Madre Nuestra, por tu regalo, es consuelo para los momentos difíciles en los que me veo tentado a perder la paz y a dejarnos ganar por las dificultades. No permitas que yo no sea constructor de paz, no dejes que mi vida cotidiana se transforme en rutina irritante y en camino de desesperanza. Ayúdame a ser puente entre los desavenidos y causa de paz entre los hermanos. Amén.
Nos disponemos a contemplar el Amor de Dios que nos amó hasta donde no se puede amar más, hasta dar la vida voluntariamente por los que ama. El Señor va a la entrega de su Vida por Amor por ti.
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Primer Misterio Doloroso: La oración en el Huerto
«Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: “Sentaos aquí mientras voy a orar”. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: “Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo”. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú”» (Mt 26, 36-39).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Segundo Misterio Doloroso: La flagelación de Jesús atado a la columna
«Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado» (Mt 27, 26).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Tercer Misterio Doloroso: La coronación de espinas
«Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en su mano derecha una caña, y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: “Salve, Rey de los judíos”». (Mt 27, 27-29)
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Cuarto Misterio Doloroso: Jesús con la Cruz a cuestas camino del Calvario
«Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Lo condujeron al lugar del Gólgota, que quiere decir de la “Calavera”» (Mc 15, 21-22).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Quinto Misterio Doloroso: La crucifixión y muerte de Jesús
«Llegados al lugar llamado “La Calavera”, le crucificaron allí a él y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”… Era ya eso de mediodía cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la media tarde. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito dijo: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” y, dicho esto, expiró» (Lc 23, 33-46).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
Oración final: Señor… Mirando el modo en que has entregado tu vida por amor a todos, también por mí, se despierta en mi corazón el deseo de vivir de otro modo el amor por mis hermanos. Quiero ser signo de reconciliación y de perdón, no quiero guardar rencores a las ofensas que recibo. Quiero que mis silencios y mis palabras contribuyan a la paz y a la fraternidad. Para que todos vivamos en un mundo sin guerras ni violencia en el que nos amemos como Tú nos amas. Corazón de Jesús, haz mi corazón cada día más semejante al tuyo. Amén
Nos disponemos a contemplar al Señor Resucitado. Las primeras palabras del Resucitado son “la paz esté con ustedes”. Él ha vencido a la muerte y nos invita a vivir Su Alegría. Acompañemos al Señor y compartamos con Él la alegría de la Resurrección para que sea nuestra alegría.
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Primer Misterio Glorioso: La resurrección del Hijo de Dios
«El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”» (Lc 24, 1-6).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Segundo Misterio Glorioso: La Ascensión del Señor al cielo
«El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16, 19).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Tercer Misterio Glorioso: La venida del Espíritu Santo
«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse» (Hch 2, 1-4).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Cuarto Misterio Glorioso: La Asunción de María al cielo
«Todas las generaciones me llamarán bienaventurada porque el Señor ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1, 48-49).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Quinto Misterio Glorioso: La coronación de María como Reina y Señora de todo lo creado
«Una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap 12, 1).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
Oración final: Señor… Mirando tu victoria, me animo a creer que un mundo más humano y más pacífico es posible. Soy consciente que me invitas a colaborar contigo en su construcción. Me atrevo a aceptar el desafío porque me sostengo en Ti, y porque a pesar de lo difícil que me parece lograrlo sé que Tú ya has vencido. Haz que tu Alegría sea mi fuerza, que la Vida Nueva que nace de tu Resurrección sea el impulso renovador que este mundo necesita, para que reine la paz y la armonía entre nosotros los hombres. No permitas que no te ayude, no dejes que me aparte de esta construcción y ayúdame a que los deseos de mi corazón se unifiquen en Ti y tu misión cada día más. Amén.
Nos disponemos en el silencio del corazón a contemplar los momentos de la Vida Pública de Jesús desde su Bautismo hasta la Última Cena. A través de sus palabras y gestos conocemos su Corazón, sus sentimientos, y su modo de amar. Acompañemos al Señor, para conocerlo más y así más amarlo y seguirlo. Como nos dice el Papa Francisco, “Jesús nos enseña que el verdadero campo de batalla, en el que se enfrentan la violencia y la paz, es el corazón humano”.
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Primer Misterio Luminoso: El Bautismo en el Jordán La resurrección del Hijo de Dios
«Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”». (Mt 3,16-17)
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Segundo Misterio Luminoso: Las bodas de Caná
«Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: “No tienen vino”. Jesús le responde: “¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora”. Dice su madre a los sirvientes: “Haced lo que él os diga”». (Jn 2, 1-5).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Tercer Misterio Luminoso: El anuncio del Reino de Dios
“El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio”. (Mc 1, 15)
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Cuarto Misterio Luminoso: La Transfiguración
«Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz» (Mt 17, 1-2).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Quinto Misterio Luminoso: La institución de la Eucaristía
«Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: “Tomad, comed, éste es mi cuerpo”» (Mt 26, 26).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
Oración final: Señor… Mirando tu modo de vivir, me reconforta saber que eres mi Dios, que en Ti confío. Mi corazón arde cuando contemplo tu modo de proceder con las personas, porque irradias amor y paz. Quiero contagiarme de tu estilo para poder llevarlo adonde Tú me lleves. No permites que mi vida sea estéril, quiero una vida fecunda que se parezca a la tuya, para que mis gestos ayuden a construir la paz de nuestra casa común. Amén