«La santidad es hacer siempre, con alegría, la voluntad de Dios»
San José
Oración: Dios, infinitamente sabio, nos acercamos a la intercesión de San José. Descubrimos en él, ejemplo de justicia, bondad y mansedumbre. Lo reconocemos como el padre custodio. Es ejemplo de esposo fiel y papá amoroso. Dios, perfecta bondad, deseamos recorrer la senda de San José, Vivir en constante apertura a la acción del Espíritu. Ser disponibles a la lectura de los signos de los tiempos. Tener un corazón que discierne con la luz de Dios. Amén.
Historia: San José vivía en Nazaret y era un hombre justo y bueno, descendiente de la familia del rey David. Estaba comprometido con María, quien concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo. José, aunque pensaba abandonarla en silencio, recibió en sueños la visita de un ángel que le dijo que no temiera y aceptara a María y al hijo que esperaba.
José y María se casaron y se establecieron en Nazaret, donde José trabajaba como carpintero. Obedeciendo un decreto del emperador Augusto, viajaron a Belén para un censo, donde nació Jesús en un pesebre, ya que no encontraron alojamiento. José estuvo presente en el nacimiento, cuidando y protegiendo a su familia.
Tras la visita de los pastores y los magos, un ángel advirtió a José sobre la amenaza del rey Herodes, por lo que huyeron a Egipto. Regresaron a Nazaret después de la muerte de Herodes, donde José enseñó a Jesús el oficio de carpintero y la ley judía.
San José es considerado un modelo de esposo y padre, protector de la Iglesia universal, de los trabajadores y de la buena muerte. Su fiesta se celebra el 19 de marzo, y la Iglesia lo invoca en busca de protección y cuidado.
San Juan Pablo II
Oración: Oh María, aurora del mundo nuevo, Madre de todos los vivientes, a Ti confiamos la causa de la vida: mira Madre el número inmenso de niños a quienes se impide nacer, de pobres a quienes se hace difícil vivir, de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana, de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad. Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida. Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida. Amén.
Historia: Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, Polonia, el 18 de mayo de 1920. Su madre falleció cuando él tenía 9 años, y su padre en 1941. Durante la ocupación nazi, trabajó en una cantera y una fábrica para evitar la deportación.
En 1942, ingresó al seminario clandestino de Cracovia y continuó sus estudios tras la Segunda Guerra Mundial, siendo ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946. Se doctoró en teología en Roma y trabajó pastoralmente en Francia, Bélgica y Holanda. Regresó a Polonia en 1948, donde ejerció como vicario y capellán universitario, además de ser profesor de teología.
Fue nombrado Obispo Auxiliar de Cracovia en 1958, Arzobispo en 1964 y Cardenal en 1967. Participó activamente en el Concilio Vaticano II. El 16 de octubre de 1978, fue elegido Papa y tomó el nombre de Juan Pablo II, comenzando su ministerio el 22 de octubre.
Juan Pablo II fue un Papa muy activo, realizando 104 viajes internacionales y 146 en Italia, visitando 317 parroquias romanas. Inició las Jornadas Mundiales de la Juventud y encuentros mundiales de familias. Promovió el diálogo interreligioso y la paz mundial.
Durante su pontificado, celebró numerosas beatificaciones y canonizaciones, reorganizó la Curia Romana y publicó el Catecismo de la Iglesia Católica. Escribió varios libros y documentos papales importantes. Falleció el 2 de abril de 2005. Su proceso de beatificación comenzó rápidamente, siendo oficialmente abierto en junio de 2005.
Beato Padre Marianito
Oración: Dios, perfecta unidad, nos encomendamos a la intercesión del beato padre Marianito, El santo y sacerdote de nuestro territorio. Su humildad es virtud que debemos emular. Su caridad es ejemplo que debemos seguir. Dios, perfecta belleza, la santidad del padre Marianito nos reta. Los mandamientos de Dios son el camino. Vivir estos mandatos es expresión de santidad. Existir en amor a Dios y al prójimo, es nuestra súplica a ti, Señor. Amén.
Historia: El beato Mariano de Jesús Euse Hoyos nació en Yarumal, Colombia, en la diócesis de Antioquia, el 14 de octubre de 1845. Era el mayor de siete hermanos. Sus padres se llamaban Pedro Euse y Rosalía de Hoyos. Fue bautizado al día siguiente, y confirmado cuando tenía tan solo dos años. El apellido Euse es de origen francés, de la Normandía. Desde allí había emigrado el bisabuelo de Mariano.
Los padres de Mariano eran muy religiosos, por eso, desconfiando de la escuela pública, que entonces se comportaba de mondo muy hostil a la Iglesia, se ocuparon personalmente de la educación de su primogénito. De ellos aprendió Mariano no sólo las buenas costumbres sino también a leer, escribir y los rudimentos de las ciencias. El empeño de los padres dio sus frutos, y muy pronto, el muchacho comenzó a enseñar a otros niños menos afortunados que él.
Por haber pasado su infancia y adolescencia en el campo y entre campesinos, Mariano de Jesús parecía un verdadero campesino. Esto le fue de grande ayuda más tarde, cuando siendo ya sacerdote, ejerza su apostolado entre la gente del campo.
Cuando, a los 16 años, manifestó su deseo de ser sacerdote, fue confiado a la solicitud de su tío Fermín Hoyos, párroco de Girardota, sacerdote de reconocidas virtudes y de ciencia. A su lado, Mariano, con grande ahínco y perseverancia, dio comienzo a su formación cultural y espiritual. Acompañó a su tío cuando éste fue trasladado a San Pedro como párroco y vicario foráneo. Mariano pasaba su vida, sencilla e íntegra, entre la oración, el estudio y el trabajo. En 1869, a los 24 años de edad, entrò en el recientemente abierto Seminario de Medellín, donde se preparó con mucho empeño al sacerdocio. El 14 de julio de 1872 recibió la ordenación sacerdotal.
Inició su ministerio en San Pedro, como coadjutor de su tío Don Fermín, quien lo había solicitado del Sr. Obispo. Esta colaboración no duró mucho, porque Don Fermín murió en enero de 1875, y Don Mariano fue trasladado, siempre como coadjutor, primero a Yarumal (1876) y luego a Angostura (1878). El párroco de Angostura era Don Rudesindo Correa, anciano y de salud muy precaria. Apenas tomó posesión de su cargo, Don Marianito, como era llamado afectuosamente, se dio cuenta de las muchas y no pequeñas dificultades que se le presentaban. Lo primero de todo, la construcción del templo parroquial, que había comenzado, pero que estaba parada por falta de fondos, por las dificultades técnicas y por las amenazas de guerra civil en la región. Después de un año de espera, con paciencia y perseverancia, superadas las dificultades, pudo concluir la construcción. Durante la guerra se vio obligado a esconderse varias veces en las montañas o en las cuevas. Nombrado párroco de Angostura, permaneció en su puesto hasta su muerte, siendo un pastor eximio y solícito para todos sus fieles.
Su fama de santidad se difundió en toda la región. Nada era capaz de frenarle en su celo: ni los obstáculos de parte de la autoridad civil, en aquel entonces muy contraria a la Iglesia, ni las dificultades de tiempos y lugares. Su apostolado constante y eficaz produjo muchos frutos, dejando entre la gente un profundo efecto y un vivo recuerdo.
Supo insertarse totalmente en la vida del pueblo, participando en las penas y alegrías de todos. Para todos fue padre diligente, maestro y consejero de confianza y testigo fiel del amor de Cristo entre ellos. Los pobres, que él llamaba “los nobles de Cristo”, eran sus preferidos. No tenía ningún reparo en emplear sus propios bienes para aliviar las penurias y la indigencia de los más débiles. Visitaba con frecuencia a los enfermos, y para asistirles estaba dispuesto a cualquier hora del día o de la noche. Con infinita mansedumbre y sencillez se ocupaba de los niños y de los jóvenes para guiarlos por el camino de las buenas costumbres y de la prudencia.
Tenía un grande amor por los campesinos, recordando que él mismo había sido uno de ellos hasta los 16 años. Estaba muy atento a sus necesidades espirituales y sociales, e incluso a las económicas.
Conociendo como conocía a su gente, sabía hablarles al corazón. Su predicación era muy sencilla, pero al mismo tiempo muy eficaz. Difundía la buena prensa y enseñaba la doctrina cristiana a todos, pobres y ricos, niños y adultos, hombres y mujeres. En su parroquia promovió mucho la práctica religiosa: la asistencia a la misa dominical y festiva, el rezo del rosario en familia, la devoción al Corazón de Jesús, las asociaciones católicas, la oración por las vocaciones santas…
Hizo además algunas obras materiales: la conclusión de la iglesia parroquial, su propia casa de habitación, el campanario, la ermitas de la Virgen del Carmen y de San Francisco y el cementerio. Estas obras contribuyeron mucho a despertar y sostener la vida cristiana de los fieles.
Su vida era muy pobre, austera y mortificada. Era muy constante en su vida de oración en la que se hallaba la raíz de su apostolado y de su vida sacerdotal. Era muy devoto de la Eucaristía, de la Santísima Virgen, de los Ángeles y de los Santos. Amaba sobre todo a Dios, por cuya gloria trabajó siempre. De aquí nacía su afán por salvar las almas de sus parroquianos y el mundo entero.
Durante muchos años gozó de buena salud. Eso le permitía practicar la mortificación con penitencias y ayunos. Pero al fin le sobrevino una grave infección de la vejiga y una fuerte inflamación de la próstata. A mitad de junio de 1926 se vio obligado a guardar cama. El 12 de julio tuvo un ataque de enteritis. Era tan grande su pobreza que no tenía ni la ropa necesaria para cambiarse. Los que le cuidaban tuvieron que acudir a la caridad de la gente para poder asistir al enfermo como convenía. Él dijo entonces: “Ya he vivido bastante. Ahora mi deseo más grande es unirme a mi Jesús”.
Murió el 13 de julio de 1926, justo 46 años después de su ordenación sacerdotal. Fue sepultado en la capilla de la Virgen del Carmen, que él mismo había hecho construir. Su muerte fue muy sentida por el pueblo, que participó en pleno en los funerales junto con varios sacerdotes y las autoridades.
Ya en vida gozaba de fama de santidad. Ahora, con el reconocimiento de sus virtudes en grado heroico y la aprobación del milagro, la Iglesia corrobora lo que el pueblo fiel había sentido y propagado.
Nuestra Señora de las Misericordias
Oración: Oh Reina de las Misericordias, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre mía, heme aquí postrado a vuestros pies santísimos. Vengo lleno de confianza a implorar vuestra gran misericordia para el remedio de mis muchas y grandes necesidades de alma y cuerpo. Acordaos, benditísima Señora, del Hijo Santísimo que llevasteis por nueve meses en vuestras purísimas entrañas, recostasteis en las pajas del pesebre, alimentasteis con vuestra leche virginal y reclinasteis en vuestro regazo. Acordaos de las tiemas caricias que durante su infancia le prodigasteis y del poder que como madre tuvisteis sobre su corazón divino. Acordaos de vuestros dolores y angustias durante su santísima pasión y de vuestros sufrimientos infinitos al pie de la cruz. Acordaos de que nos fuisteis dada por Madre por vuestro Hijo moribundo; Acordaos de vuestros dolores indecibles, cuando le tuvisteis ya muerto en vuestros brazos maternales. Acordaos de las lágrimas que vertisteis al dejarlo bajo la losa del sepulcro y regresar sola sin vuestro Jesús, envuelta en la nube triste de vuestra amarga soledad. Acordaos de vuestra infinita alegría al verle el día de la resurrección, triunfante y glorioso y de la felicidad de que disfrutáis ahora en el cielo como Reina sentada a su derecha. Acordaos, en fín, Señora, de que sois Madre y Madre de misericordia, escuchad benigna mis súplicas y concededme, os lo suplico, la gracia que vengo a implorar rendido a vuestras plantas benditas, oh Señora, oh Reina, oh Madre de las Misericordias. Amén.
Historia: En julio de 1919, con ocasión de la Solemne Coronación canónica de la Imagen de nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, como patrona y Reina de Colombia, se celebró un congreso Mariano Nacional, que tuvo repercusión en toda Colombia. Para ese tiempo era obispo de Santa Rosa de Osos el Ilustrísimo Señor Maximiliano Crespo Rivera quien, viendo la necesidad de que quedara en la capital episcopal de su diócesis un recuerdo de mencionado acontecimiento, solicitó la creación de la imagen al escultor donmatieño Álvaro Carvajal. La imagen resultó artística, hermosa y original, pues sus lineamientos son no comunes a las demás imágenes de nuestra Señora. La imagen fue inaugurada en la Plazoleta de San Ignacio en julio del mencionado año.
La Imagen de la Virgen de las Misericordias ubicada frente al antiguo Seminario. Desde aquella fecha la sagrada imagen se convirtió en lugar de constante oración y sitio de peregrinación de pequeños y grandes grupos de fieles que desde muchos lugares venían a rendir honor y admiración a la imagen de la “Virgen Blanca” como se le denominó por el entonces. Según se mantiene por tradición, una mujer, distinguidísima de la ciudadanía santarrosana, sufría de una enfermedad que la aquejaba Madre de las Misericordias desde hacía un tiempo; asistía piadosa a las oraciones y devociones que se le tributaban a la imagen y al fin recuperó la salud, en el mismo lugar en el que oraba frente a la “Virgen Blanca” o “Virgen del Seminario” por estar la estatua ubicada delante de la casa que para el entonces hacía de centro de formación para los futuros sacerdotes de la Diócesis. Este favor se conoció por todos los poblados de la Diócesis, lo que acarreó las romerías y peregrinaciones en gran número hacia Santa Rosa de Osos, de modo que no se veía sola la imagen ni un solo instante.
El sacerdote eudista José Tressel, quien viendo la intensidad de la plegaria que frente a la imagen de la “Virgen del Seminario” se propagaba, empezó a difundir, con oraciones y otras manifestaciones de devoción el culto a la imagen, que para finalizar la segunda década del siglo XIX, era ya conocida en casi todos los pueblos de Antioquia y especialmente los de la recién creada Diócesis de Santa Rosa de Osos. Si bien Monseñor Maximiliano Crespo Rivera logró ver la piedad que a la imagen se le tenía, no fue él quien daría el impulso definitivo a este culto espontáneo debido a su pronto traslado a la sede de Popayán en 1924. Fue el obispo Miguel Ángel Builes el más reconocido devoto de la Virgen de las Misericordias y su principal promotor; se unió a las romerías, convocó procesiones y celebraciones frente a la imagen hasta que por fin, movido por la piedad que se había desarrollado tan fuertemente a la imagen, decidió oficializar la devoción con la declaración del culto público el 8 de septiembre de 1931 a la Virgen Inmaculada que por el entonces era el afecto de los campesinos que subían a las ventas, mercados y otros en Santa Rosa de Osos. Para la ocasión pronunció solemnemente:
“… en este día de bendición, cuando celebramos la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen y cantamos su glorias, 8 de septiembre de 1931, declaramos inaugurado oficialmente el culto de esta Sagrada Imagen de Nuestra Madre Celestial en este lugar bendito; y que Ella derrame sus bendiciones sobre todos aquellos que la invoquen y envuelva entre los pliegues de su manto a este su esclavo que tanto la quiere, a su Clero y a su Seminario, a sus religiosos y religiosas, y a todos los fieles de la ciudad y de la Diócesis”. (Monseñor Builes)
En esa misma celebración el señaló la fecha del 8 de septiembre como la escogida para las solemnes fiestas principales, estas debían celebrarse precedidas de novena y, en lo posible, con la asistencia del mayor número de fieles de la Diócesis. La imagen, a pesar de tener ya culto público, no era invocada bajo una misma denominación especial, por lo que se hizo necesario asignarle un título para ser así invocada por sus fieles. Sugirieron la idea de un concurso para darle nombre a la sagrada imagen los sacerdotes José Manuel Castrillón y Roberto Giraldo y esta resultó ser bien acogida; la participación fue masiva y el resultado fue una admirable mayoría que pedía llamarla Nuestra Señora de las Misericordias.
El nombre de Madre de las Misericordias realmente digno y bello quedó para la memoria de todo el pueblo fiel que peregrina. “Si ha habido jamás un título o denominación con el que el pueblo Cristiano haya invocado a María con mayor propiedad, como Madre Amabilísima de Cristo y Madre Protectora de Todos los fieles, tal es sin duda el que se manifiesta en la significativa advocación de “Madre de las Misericordias”. En efecto el sagrado pueblo de Cristo, aunque fue redimido por el adorable Hijo de Dios y es fortalecido por su gracia, en este viaje terreno hacia la Patria Inmortal y Feliz, se ve cercado de tan múltiples peligros, presionado por tan turbulentas desgracias y asechado por tal abismo de males que no puede fácilmente carecer de una madre llena de Misericordia” (Pablo VI). El 22 de febrero de 1985, la santa sede aprobó el rango litúrgico de solemnidad para la fiesta de la Virgen de las Misericordias.
Red Diocesana Agosto 23 de 2014 Nº 093
Oraciones y reflexiones
“La oración es como el aliento de la vida cristiana… es el secreto de un cristianismo verdaderamente vital”
(Juan Pablo II)
Padre Dios, nos alegra comunicarnos Contigo en este momento. Somos la comunidad de la Fundación Universitaria Católica del Norte, que te amamos y necesitamos de Ti. Te experimentamos en nuestra vida porque nos has entregado a tu Hijo, Jesucristo, y nos has comunicado el Espíritu Santo. Nos hemos encontrado Contigo.
Querido Padre, tenemos conciencia de que no tienes principio. Que eres siempre Eterno. Que has creado este mundo armonioso y bello. Que has creado a cada ser humano que habita en el universo.
Amado Padre, qué gozo tan grande sentimos al hablar Contigo. Te confiamos todos nuestros sueños, proyectos y tareas. Qué felicidad experimentamos al saber que nos amas. Pero más dichosos somos al conocer que tienes un plan de salvación para nosotros.
Misericordioso Padre, perdona nuestros pecados y errores. Líbranos de caer en el pecado. Que seamos capaces de hacer tu voluntad. Que anunciemos tu misericordia y tu amor, E imploramos la intercesión de María Santísima, su esposo San José y el Beato Padre Marianito.
Amén.
Para recitar la Coronilla de la Divina Misericordia se usa un rosario normal y se sigue esta secuencia:
1. La señal de la Cruz: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
2. Padre Nuestro
3. Ave María
4. Credo (Símbolo de los Apóstoles)
5. En cada grano mayor del Rosario, cuando normalmente se dice el Padre Nuestro, diga:
Padre Eterno,
Te ofrezco
el Cuerpo, la Sangre,
el Alma y la Divinidad
de Tu amadísimo Hijo,
Nuestro Señor Jesucristo,
como propiciación
de nuestros pecados
y los del mundo entero.
6. En cada grano menor del Rosario, cuando normalmente se dice el Ave María, diga:
Por Su dolorosa Pasión,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero.
7. Invocación: Al final de la corona, la siguiente oración se reza tres veces seguidas:
Santo Dios,
Santo Fuerte,
Santo Inmortal,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero.
8. Oración para concluir (opcional)
Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia mismos. Amén.
Dios mío, te amo sobre todas las cosas
y al prójimo por ti,
porque Tú eres el infinito,
sumo y perfecto Bien,
digno de todo amor.
Quiero vivir y morir en este amor. Amén
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.
Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.
En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.
Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.
Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.
Acoge, oh Madre, nuestra súplica.
Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.
Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.
Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.
Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.
Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.
Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.
Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.
Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.
Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.
Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.
Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.
Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.
Dios mío,
me arrepiento de todo corazón
de todos mis pecados
y los aborrezco,
porque al pecar, no sólo merezco
las penas establecidas por ti
justamente,
sino principalmente porque te ofendí,
a ti sumo Bien y digno de amor
por encima de todas las cosas.
Por eso propongo firmemente,
con ayuda de tu gracia,
no pecar más en adelante
y huir de toda ocasión de pecado.
Amén
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén
Ángel de Dios,
que eres mi custodio,
pues la bondad divina
me ha encomendado a ti,
ilumíname, guárdame, defiéndeme
y gobiérname.
Amén
El ángel del Señor anunció a María.
Y concibió.
por obra y gracia del Espíritu Santo.
Dios te salve, María…
He aquí la esclava del Señor.
Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María…
Y el Verbo de Dios se hizo carne.
Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María…
Ruega por nosotros,
Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Jesucristo.
Oremos
Oh Padre, Infunde en nuestra alma tu gracia. Tú, que en la anunciación del Ángel nos has revelado la encarnación de tu Hijo, por su pasión y su cruz condúcenos a la gloria de la resurrección. Por Cristo, Nuestro Señor. Amén
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado
y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza
de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho
desde antiguo
por boca de sus santos Profetas.
Es la salvación que nos libra
de nuestros enemigos
y de la mano de todos
los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró
a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que,
libres de temor,
arrancados de la mano
de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
&nbps;Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia
de nuestro Dios,
nos visitará el sol
que nace de lo alto,
para iluminar
a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Creo, Jesús mío,
que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Os amo sobre todas las cosas
y deseo recibiros en mi alma.
Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado,
venid a lo menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya os hubiese recibido,
os abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás
Me aparte de Ti. Amén.
(San Alfonso María de Ligorio)
A vuestros pies, ¡oh mi Jesús!,
me postro y os ofrezco
el arrepentimiento de mi corazón contrito,
que se hunde en la nada ante vuestra santísima presencia.
Yo os adoro en el Sacramento de vuestro amor,
la inefable Eucaristía,
y deseo recibiros en la pobre morada
que os ofrece el alma mía.
Esperando la felicidad de la comunión sacramental,
yo quiero poseeros en espíritu.
Venid a mí, puesto que yo voy a Vos,
¡oh Jesús mío!,
y que vuestro amor inflame todo mi ser
en la vida y en la muerte.
Creo en Vos y espero en Vos.
Así sea.
(Cardenal Rafael Merry del Val)
Acordaos,
oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido
a tu protección,
implorando tu asistencia
y reclamando tu socorro,
haya sido abandonado de ti.
Animado con esta confianza,
a ti también acudo, oh Madre,
Virgen de las vírgenes,
y aunque gimiendo
bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer
ante tu presencia soberana.
No deseches mis humildes súplicas,
oh Madre del Verbo divino,
antes bien, escúchalas
y acógelas benignamente. Amén
Dale Señor el descanso eterno.
Brille para él la luz perpetua.
Descanse en paz.
Amén
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador;
porque ha mirado la humillación
de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.
(Papa Francisco, Amoris Laetitia, 325)
Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.
(Papa Francisco, Patris Corde)
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Reina del cielo alégrate; aleluya.
Porque el Señor a quien has merecido llevar;
aleluya.
Ha resucitado según su palabra;
aleluya.
Ruega al Señor por nosotros;
aleluya.
Gózate y alégrate, Virgen María;
aleluya.
Porque verdaderamente ha resucitado el Señor;
aleluya.
Oremos
Oh Dios, que en la gloriosa resurrección de tu Hijo has devuelto la alegría al mundo entero, por intercesión de la Virgen María, concédenos disfrutar de la alegría de la vida eterna. Por Cristo, Nuestro Señor.
Amén.
Dios te salve, Reina
y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.
A ti llamamos
los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos;
y después de este destierro,
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh, clementísima, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica.
Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén.
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor,
Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir
a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén
A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos,
los cielos y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza
el glorioso coro de los Apóstoles,
la multitud admirable de los Profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra, te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.
Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fieles
llena con tu divina gracia,
los corazones que creaste.
Tú, a quien llamamos Paráclito,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego,
caridad y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, dedo de la diestra del Padre;
Tú, fiel promesa del Padre;
que inspiras nuestras palabras.
Ilumina nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece la debilidad de nuestro cuerpo.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé nuestro director y nuestro guía,
para que evitemos todo mal.
Por ti conozcamos al Padre,
al Hijo revélanos también;
Creamos en ti, su Espíritu,
por los siglos de los siglos
Gloria a Dios Padre,
y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos de los siglos. Amén.
Evangelio Dominical
“Tu palabra es lámpara que guía mis pasos; luz que alumbra mi camino” Sl 119
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,41-51):
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios.» Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús reafirma que Él es el Pan Vivo bajado del cielo, prometiendo la vida eterna a quienes comen de este pan. La reacción de muchos a esta enseñanza muestra la dificultad de aceptar el misterio de la Eucaristía. Este pasaje nos llama a profundizar nuestra comprensión y fe en el sacramento de la Eucaristía. En nuestra vida cotidiana, valoremos la Eucaristía como la fuente de nuestra vida espiritual y pidamos a Jesús que nos dé una fe más profunda en su presencia real.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha hablado sobre la importancia de la fe en la Eucaristía y cómo este sacramento es esencial para nuestra vida espiritual. En sus enseñanzas, ha subrayado que el Pan de Vida que Jesús nos ofrece en la Eucaristía es el centro de nuestra fe y el camino hacia la vida eterna. Nos invita a recibir la Eucaristía con un corazón abierto y dispuesto, reconociendo la presencia real de Cristo y su poder transformador en nuestras vidas.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,51-58):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús insiste en la necesidad de comer su carne y beber su sangre para tener vida eterna. Este discurso desafía a muchos, pero es fundamental para comprender el misterio de la Eucaristía. En nuestra vida cotidiana, acerquémonos a la Eucaristía con fe, sabiendo que es el sacramento que nos une más íntimamente a Cristo y nos fortalece para vivir nuestra vocación cristiana.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha reflexionado sobre el misterio de la Eucaristía y la necesidad de comer la carne de Cristo y beber su sangre. En sus enseñanzas, ha enfatizado que este sacramento es el centro de nuestra vida cristiana y la fuente de nuestra unidad con Cristo. Nos anima a vivir este sacramento con reverencia y a permitir que transforme nuestras vidas, llenándonos de la gracia y el amor de Dios.
Domingo, 25 de agosto – XXI del Tiempo Ordinario
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,60-69):
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Muchos discípulos encuentran difícil aceptar las palabras de Jesús sobre la Eucaristía y se alejan. Pedro, sin embargo, reafirma su fe en Jesús como el Santo de Dios. Este pasaje nos desafía a mantenernos firmes en nuestra fe, incluso cuando enfrentamos dificultades o incomprensiones. En nuestra vida cotidiana, reafirmemos nuestra fe en Jesús y en sus enseñanzas, buscando siempre la verdad y la guía en Él.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha hablado sobre la importancia de mantener nuestra fe incluso en tiempos de duda y dificultad. En sus enseñanzas, ha subrayado que, como Pedro, debemos reafirmar nuestra confianza en Jesús, quien tiene palabras de vida eterna. Nos invita a enfrentar nuestras dudas con oración y apertura, confiando en que la fe en Cristo nos guiará y nos fortalecerá.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,1-8.14-15.21-23):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»
Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.» Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús critica a los fariseos por enfocarse en las tradiciones exteriores y no en la pureza del corazón. Lo que contamina al hombre no es lo que entra en él, sino lo que sale de su corazón. Este pasaje nos llama a examinar nuestras intenciones y actitudes internas. En nuestra vida cotidiana, busquemos purificar nuestros corazones y vivir con autenticidad y sinceridad, evitando la hipocresía y promoviendo una verdadera relación con Dios.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha enfatizado que la verdadera pureza no se encuentra en las observancias externas, sino en un corazón que vive en amor y verdad. En sus enseñanzas, ha llamado a superar la superficialidad y a enfocarnos en la autenticidad de nuestra relación con Dios y con los demás. Nos anima a limpiar nuestro corazón de todo lo que puede alejarnos de Dios y a vivir una fe genuina y transformadora.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,31-37):
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús sana a un hombre sordo y mudo, mostrando su poder de curación y su compasión hacia el sufrimiento humano. Este milagro nos recuerda que Jesús quiere restaurar nuestra capacidad de escuchar y hablar con claridad. En nuestra vida cotidiana, pidamos a Jesús que nos libre de nuestras dificultades y limitaciones, y busquemos ser instrumentos de su amor y sanación en el mundo.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha hablado sobre cómo Jesús sana nuestras heridas físicas y espirituales, y cómo debemos estar abiertos a recibir su curación. En sus enseñanzas, ha subrayado que la sanación de Jesús no es solo física, sino que también abarca nuestras necesidades emocionales y espirituales. Nos invita a acudir a Jesús con fe, confiando en su poder de sanar y transformar nuestras vidas.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,27-35):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus díscípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»
Él les prohibió terminantemente decirselo a nadie.
Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.»
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.
Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Pedro confiesa a Jesús como el Mesías, pero no comprende la necesidad del sufrimiento y la cruz. Jesús le enseña que seguirle implica tomar la cruz y renunciar a uno mismo. Este pasaje nos desafía a aceptar la llamada a seguir a Jesús, a pesar de las dificultades. En nuestra vida cotidiana, enfrentemos los desafíos con valentía y compromiso, reconociendo que seguir a Cristo implica una entrega total y una disposición a vivir según su ejemplo.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha reflexionado sobre el significado de tomar la cruz y seguir a Jesús. En sus enseñanzas, ha enfatizado que la verdadera vida cristiana requiere una disposición a vivir el sacrificio y el servicio, siguiendo el ejemplo de Cristo. Nos anima a aceptar la cruz con esperanza y a vivir nuestra vocación cristiana con valentía y fidelidad, sabiendo que el sacrificio es parte del camino hacia la verdadera vida.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,30-37):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.»
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús predice su sufrimiento y muerte, y enseña a sus discípulos sobre la verdadera grandeza, que se encuentra en servir a los demás. Este pasaje nos invita a reconsiderar nuestras ideas sobre el poder y la autoridad, y a buscar la verdadera grandeza en el servicio desinteresado. En nuestra vida cotidiana, busquemos oportunidades para servir a los demás con humildad y generosidad, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha hablado sobre cómo el verdadero liderazgo se manifiesta en el servicio y la humildad. En sus enseñanzas, ha subrayado que la grandeza en el Reino de Dios no se mide por el poder o la riqueza, sino por nuestra capacidad de servir a los demás con amor y dedicación. Nos invita a vivir esta enseñanza en nuestra vida diaria, buscando servir a los demás y contribuir al bien común con un corazón generoso.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,38-43.45.47-48):
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no es de nuestro grupo.»
Jesús replicó: «No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro. Os aseguro que el que os dé a beber un vaso de agua porque sois del Mesías no quedará sin recompensa. Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una piedra de molino y lo echaran al mar. Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al fuego eterno que no se extingue. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con los dos pies al fuego eterno. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al fuego eterno, donde el gusano que roe no muere y el fuego no se extingue.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús enseña sobre la importancia de evitar las causas de pecado y las ocasiones de escándalo. Nos recuerda que la vida cristiana requiere una lucha constante contra el pecado y una disposición a hacer sacrificios por el Reino de Dios. En nuestra vida cotidiana, enfrentemos las tentaciones con decisión y busquemos vivir de manera íntegra y fiel a los principios del Evangelio.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha reflexionado sobre la seriedad con la que debemos tomar nuestra lucha contra el pecado y el escándalo. En sus enseñanzas, ha subrayado que debemos estar dispuestos a hacer sacrificios para evitar el pecado y vivir una vida auténtica en Cristo. Nos anima a ser valientes en nuestra batalla contra las tentaciones y a vivir con una fe firme, confiando en la gracia de Dios para superar las dificultades.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,2-16):
En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?»
Contestaron: «Moisés Permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios «los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.» De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús habla sobre el matrimonio y la bendición de los niños, mostrando la importancia de la fidelidad y la sencillez de corazón. El matrimonio es un sacramento que refleja el amor incondicional de Dios, y los niños, con su pureza y apertura, son ejemplos de cómo debemos acercarnos al Reino de Dios. En nuestra vida cotidiana, valoremos y fortalezcamos nuestras relaciones familiares, y aprendamos a recibir a Dios con un corazón puro y confiado.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha hablado sobre el matrimonio como un signo del amor de Dios y ha enfatizado la necesidad de fortalecer este sacramento en nuestras vidas. En relación con los niños, el Papa ha destacado su importancia en la comunidad de fe y la necesidad de cuidarlos y educarlos con amor. Nos anima a vivir nuestras relaciones con fidelidad y a aprender de la simplicidad y la confianza de los niños, reflejando el amor de Dios en nuestras vidas.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,17-30):
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»
Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»
Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!»
Los discípulos se extrañaron de estas palabras.
Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.»
Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.»
Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones–, y en la edad futura, vida eterna.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: El joven rico se enfrenta a la dificultad de desprenderse de sus riquezas para seguir a Jesús. Jesús enseña que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de Dios. Este pasaje nos desafía a examinar nuestras prioridades y el lugar que ocupan las riquezas en nuestras vidas. En nuestra vida cotidiana, reflexionemos sobre cómo nuestras posesiones afectan nuestra relación con Dios y busquemos vivir con un corazón desprendido y generoso.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha hablado sobre el peligro de la riqueza y cómo puede desviar nuestro corazón de Dios. En sus enseñanzas, ha subrayado que la verdadera riqueza se encuentra en la generosidad y el desprendimiento. Nos invita a evaluar nuestras prioridades y a buscar el Reino de Dios sobre las riquezas materiales. En su encíclica Laudato Si’, el Papa también nos recuerda la importancia de usar los recursos de manera responsable y solidaria, buscando siempre el bien común.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,35-45):
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»
Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»
Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»
Contestaron: «Lo somos.»
Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.»
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús enseña a sus discípulos sobre la verdadera grandeza, que se encuentra en el servicio a los demás. Les explica que el liderazgo verdadero se manifiesta en la capacidad de servir y dar la vida por los demás. Este pasaje nos invita a repensar nuestras ideas sobre el poder y el éxito, y a buscar la verdadera grandeza en el servicio desinteresado. En nuestra vida cotidiana, busquemos ser servidores humildes y amorosos, siguiendo el ejemplo de Jesús en nuestras acciones y relaciones.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha enfatizado que el verdadero liderazgo en el Reino de Dios se manifiesta en el servicio y la humildad. En sus enseñanzas, ha subrayado que la verdadera grandeza se encuentra en la capacidad de servir a los demás con amor y dedicación. Nos anima a vivir este ideal en nuestras vidas, buscando oportunidades para servir a los demás y reflejar el amor de Cristo en nuestras acciones diarias.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,46-52):
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.»
Muchos lo regañaban para que se callara.
Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.»
Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo.»
Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.»
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?»
El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.»
Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.»
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Palabra del Señor.
Enseñanza: La curación del ciego Bartimeo muestra el poder de la fe y la compasión de Jesús. Bartimeo, al recuperar la vista, sigue a Jesús en el camino. Este pasaje nos recuerda la importancia de la fe activa y persistente para experimentar la sanación y la transformación que Jesús ofrece. En nuestra vida cotidiana, pidamos a Jesús que nos dé una fe firme y perseverante, y sigamos sus pasos con gratitud y devoción.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha hablado sobre la importancia de la fe y la perseverancia en la vida cristiana. En sus enseñanzas, ha subrayado que la fe de Bartimeo es un ejemplo de cómo nuestra confianza en Jesús puede llevarnos a una transformación profunda. Nos invita a mantener nuestra esperanza y a acudir a Jesús con fe, confiando en su poder de sanar y transformar nuestras vidas.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,28b-34):
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
Respondió Jesús: «El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.» El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» No hay mandamiento mayor que éstos.»
El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús resume los mandamientos en el amor a Dios y al prójimo, mostrando que este es el fundamento de toda la ley. Este pasaje nos invita a vivir el amor como el principio rector de nuestras acciones y decisiones. En nuestra vida cotidiana, busquemos integrar el amor a Dios y al prójimo en todas nuestras acciones, promoviendo la justicia, la paz y la solidaridad.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha enfatizado que el amor es el núcleo del cristianismo y la clave para vivir de acuerdo con los mandamientos de Dios. En sus enseñanzas, ha llamado a construir una sociedad basada en el amor y la fraternidad, y a poner en práctica estos valores en nuestra vida diaria. Nos anima a vivir el amor con autenticidad y generosidad, reflejando la bondad y la verdad de Dios en nuestras relaciones y acciones.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,38-44):
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero; muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús elogia a la viuda pobre que da todo lo que tiene, mostrando que la verdadera generosidad se mide por la entrega del corazón, no por la cantidad. Este pasaje nos invita a examinar nuestras propias actitudes hacia la generosidad y el desprendimiento. En nuestra vida cotidiana, practiquemos la generosidad auténtica, ofreciendo lo que tenemos con un corazón abierto y desinteresado, siguiendo el ejemplo de la viuda.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha hablado sobre la generosidad auténtica y cómo el valor de nuestras ofrendas se encuentra en la disposición del corazón, no en la cantidad. En sus enseñanzas, ha subrayado que la verdadera generosidad es un acto de amor y entrega total, reflejando la confianza en la providencia de Dios. Nos invita a vivir esta generosidad en nuestra vida diaria, ofreciendo lo mejor de nosotros mismos para el bien de los demás y la gloria de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,24-32):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús habla sobre el fin del mundo y los signos que lo precederán, instándonos a estar preparados y vigilantes. Este pasaje nos llama a vivir con una expectativa activa y una disposición constante para el encuentro con el Señor. En nuestra vida cotidiana, mantengamos una actitud de vigilancia espiritual y preparación, viviendo de manera que estemos siempre listos para el encuentro final con Dios.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha hablado sobre la importancia de vivir con una expectativa de la llegada de Cristo sin caer en el miedo o la ansiedad. En sus enseñanzas, ha enfatizado que la preparación para el fin del mundo debe ser una motivación para vivir con amor y esperanza, y no como una fuente de temor. Nos invita a mantenernos vigilantes y a vivir con integridad y generosidad, confiando en la gracia y el amor de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Juan (18,33b-37):
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?»
Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?»
Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús ante Pilato proclama que su reino no es de este mundo, mostrando que su misión es espiritual y transcendente. Este pasaje nos invita a reconocer que la verdadera realeza de Cristo se manifiesta en su entrega y servicio, y no en los términos mundanos de poder y autoridad. En nuestra vida cotidiana, vivamos como ciudadanos del Reino de Dios, buscando construir una sociedad basada en los valores del amor y el servicio.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha reflexionado sobre la realeza de Cristo y cómo su reino trasciende los conceptos mundanos de poder. En sus enseñanzas, ha subrayado que el verdadero poder de Cristo se manifiesta en su humildad y servicio. Nos invita a vivir según los valores del Reino de Dios, buscando construir una comunidad de amor y justicia, y a reconocer a Cristo como nuestro Rey en todas las dimensiones de nuestra vida.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (21,25-28.34-36):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
Palabra del Señor.
Enseñanza: En este pasaje, Jesús nos habla sobre los signos que precederán el fin del mundo y nos llama a estar preparados. Nos advierte sobre la necesidad de no dejarnos atrapar por las preocupaciones y placeres de la vida, sino a mantener una actitud vigilante y esperanzada. Este tiempo de Adviento es una oportunidad para fortalecer nuestra preparación espiritual, mantenernos atentos a los signos de la presencia de Dios y vivir con esperanza en medio de las dificultades.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha enfatizado la importancia de vivir el Adviento con una actitud de espera activa y esperanza. En sus enseñanzas, ha subrayado que no debemos caer en el miedo ante los signos del fin del mundo, sino más bien mantener una actitud de vigilancia y preparación espiritual. Nos invita a vivir el Adviento con un corazón abierto y dispuesto, confiando en la promesa de la llegada de Cristo y buscando siempre su presencia en nuestra vida diaria.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,1-6):
En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tretarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Voz del que grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos;
los valles serán rellenados,
los montes y colinas serán rebajador;
lo torcido será enderezado,
lo escabroso será camino llano.
Y toda carne verá la salvación de Dios».
Palabra del Señor.
Enseñanza: Este evangelio narra la proclamación de Juan el Bautista en el desierto, llamando a la conversión y al arrepentimiento. La llegada de Juan es un anuncio de la inminente venida de Jesús, y su mensaje nos invita a preparar el camino del Señor en nuestros corazones. La Inmaculada Concepción de María también es una celebración de la preparación para la llegada de Jesús, destacando la pureza y la disposición de María para aceptar la voluntad de Dios.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha reflexionado sobre la figura de Juan el Bautista como precursor de Cristo y sobre el papel crucial de María en la historia de la salvación. En sus enseñanzas, ha destacado la importancia de la conversión y la preparación espiritual para recibir a Jesús. María, en su Inmaculada Concepción, es vista como el modelo perfecto de disposición y apertura a la voluntad de Dios. Nos invita a seguir su ejemplo, preparándonos con humildad y fe para la llegada de Cristo en nuestras vidas.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,10-18):
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«¿Entonces, qué debemos hacer?»
Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacemos nosotros?»
Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros, ¿qué debemos hacer nosotros?»
Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».
Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.
Palabra del Señor.
Enseñanza: En este evangelio, Juan el Bautista responde a las preguntas de las multitudes, a los publicanos y a los soldados sobre cómo deben vivir en preparación para la venida del Señor. Juan les enseña que la verdadera conversión se manifiesta en obras de justicia y en un corazón sincero. La alegría del Adviento, o “Gaudete”, nos llama a vivir nuestra fe con gozo y a compartir esa alegría a través de nuestras acciones concretas.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha hablado sobre la importancia de la alegría y la conversión auténtica durante el Adviento. En sus enseñanzas, ha subrayado que la verdadera conversión no se limita a una transformación interior, sino que se refleja en nuestras acciones hacia los demás. Nos invita a vivir el Adviento con un corazón alegre y generoso, siguiendo el ejemplo de Juan el Bautista y buscando hacer el bien en nuestra vida cotidiana, reflejando así la alegría del Evangelio.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas (1,39-45):
En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Palabra del Señor.
Enseñanza: El encuentro entre María e Isabel es un momento lleno de gozo y confirmación. Isabel, llena del Espíritu Santo, reconoce la bendición que lleva María en su seno y expresa su alegría. Este pasaje nos muestra la importancia de la alegría y la fe compartida en la comunidad de creyentes, y cómo el encuentro con Cristo transforma nuestras vidas. La visita de María a Isabel también resalta la importancia de la solidaridad y el apoyo mutuo en la vida cristiana.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha reflexionado sobre la importancia de la alegría cristiana y el apoyo mutuo entre los creyentes. En sus enseñanzas, ha destacado cómo la visita de María a Isabel es un símbolo de la solidaridad y el gozo compartido en la comunidad de fe. Nos invita a vivir nuestra vida cristiana con alegría y a apoyar a nuestros hermanos en la fe, compartiendo las bendiciones de Dios y celebrando juntos la llegada de Cristo.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,41-52)
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua.
Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Palabra del Señor.
Enseñanza: Este evangelio relata la historia de Jesús perdido y hallado en el templo, donde demuestra su sabiduría y comprensión. La Sagrada Familia enfrenta el desafío de entender la misión especial de Jesús, y María y José muestran una fe y obediencia profundas. Este pasaje nos recuerda la importancia de la familia como un lugar de crecimiento espiritual y apoyo mutuo. También nos invita a reflexionar sobre cómo entendemos y apoyamos la misión de Dios en nuestras vidas y en nuestras familias.
Reflexión del Papa Francisco: El Papa Francisco ha hablado sobre el valor de la familia como un espacio de amor y crecimiento en la fe. En sus enseñanzas, ha subrayado la importancia de la familia en la formación espiritual y en el apoyo a la misión de Dios. La historia de la Sagrada Familia en el templo es un ejemplo de cómo la fe y la obediencia deben guiar nuestra vida familiar y nuestra misión en el mundo. Nos anima a fortalecer nuestras relaciones familiares y a vivir nuestra vocación con confianza y dedicación, siguiendo el ejemplo de María, José y Jesús.
Sagrada Eucaristía
Encuéntrate con la persona adorable de Jesucristo a través de la Santa Misa.
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