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San José

Oración: Dios, infinitamente sabio, nos acercamos a la intercesión de San José. Descubrimos en él, ejemplo de justicia, bondad y mansedumbre. Lo reconocemos como el padre custodio. Es ejemplo de esposo fiel y papá amoroso. Dios, perfecta bondad, deseamos recorrer la senda de San José, Vivir en constante apertura a la acción del Espíritu. Ser disponibles a la lectura de los signos de los tiempos. Tener un corazón que discierne con la luz de Dios. Amén.

Historia: San José vivía en Nazaret y era un hombre justo y bueno, descendiente de la familia del rey David. Estaba comprometido con María, quien concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo. José, aunque pensaba abandonarla en silencio, recibió en sueños la visita de un ángel que le dijo que no temiera y aceptara a María y al hijo que esperaba.

José y María se casaron y se establecieron en Nazaret, donde José trabajaba como carpintero. Obedeciendo un decreto del emperador Augusto, viajaron a Belén para un censo, donde nació Jesús en un pesebre, ya que no encontraron alojamiento. José estuvo presente en el nacimiento, cuidando y protegiendo a su familia.

Tras la visita de los pastores y los magos, un ángel advirtió a José sobre la amenaza del rey Herodes, por lo que huyeron a Egipto. Regresaron a Nazaret después de la muerte de Herodes, donde José enseñó a Jesús el oficio de carpintero y la ley judía.

San José es considerado un modelo de esposo y padre, protector de la Iglesia universal, de los trabajadores y de la buena muerte. Su fiesta se celebra el 19 de marzo, y la Iglesia lo invoca en busca de protección y cuidado.

San Juan Pablo II

Oración: Oh María, aurora del mundo nuevo, Madre de todos los vivientes, a Ti confiamos la causa de la vida: mira Madre el número inmenso de niños a quienes se impide nacer, de pobres a quienes se hace difícil vivir, de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana, de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad. Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida. Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida. Amén.

Historia: Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, Polonia, el 18 de mayo de 1920. Su madre falleció cuando él tenía 9 años, y su padre en 1941. Durante la ocupación nazi, trabajó en una cantera y una fábrica para evitar la deportación.

En 1942, ingresó al seminario clandestino de Cracovia y continuó sus estudios tras la Segunda Guerra Mundial, siendo ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946. Se doctoró en teología en Roma y trabajó pastoralmente en Francia, Bélgica y Holanda. Regresó a Polonia en 1948, donde ejerció como vicario y capellán universitario, además de ser profesor de teología.

Fue nombrado Obispo Auxiliar de Cracovia en 1958, Arzobispo en 1964 y Cardenal en 1967. Participó activamente en el Concilio Vaticano II. El 16 de octubre de 1978, fue elegido Papa y tomó el nombre de Juan Pablo II, comenzando su ministerio el 22 de octubre.

Juan Pablo II fue un Papa muy activo, realizando 104 viajes internacionales y 146 en Italia, visitando 317 parroquias romanas. Inició las Jornadas Mundiales de la Juventud y encuentros mundiales de familias. Promovió el diálogo interreligioso y la paz mundial.

Durante su pontificado, celebró numerosas beatificaciones y canonizaciones, reorganizó la Curia Romana y publicó el Catecismo de la Iglesia Católica. Escribió varios libros y documentos papales importantes. Falleció el 2 de abril de 2005. Su proceso de beatificación comenzó rápidamente, siendo oficialmente abierto en junio de 2005.

Beato Padre Marianito

Oración: Dios, perfecta unidad, nos encomendamos a la intercesión del beato padre Marianito, El santo y sacerdote de nuestro territorio. Su humildad es virtud que debemos emular. Su caridad es ejemplo que debemos seguir. Dios, perfecta belleza, la santidad del padre Marianito nos reta. Los mandamientos de Dios son el camino. Vivir estos mandatos es expresión de santidad. Existir en amor a Dios y al prójimo, es nuestra súplica a ti, Señor. Amén.

Historia: El beato Mariano de Jesús Euse Hoyos nació en Yarumal, Colombia, en la diócesis de Antioquia, el 14 de octubre de 1845. Era el mayor de siete hermanos. Sus padres se llamaban Pedro Euse y Rosalía de Hoyos. Fue bautizado al día siguiente, y confirmado cuando tenía tan solo dos años. El apellido Euse es de origen francés, de la Normandía. Desde allí había emigrado el bisabuelo de Mariano.

Los padres de Mariano eran muy religiosos, por eso, desconfiando de la escuela pública, que entonces se comportaba de mondo muy hostil a la Iglesia, se ocuparon personalmente de la educación de su primogénito. De ellos aprendió Mariano no sólo las buenas costumbres sino también a leer, escribir y los rudimentos de las ciencias. El empeño de los padres dio sus frutos, y muy pronto, el muchacho comenzó a enseñar a otros niños menos afortunados que él.

Por haber pasado su infancia y adolescencia en el campo y entre campesinos, Mariano de Jesús parecía un verdadero campesino. Esto le fue de grande ayuda más tarde, cuando siendo ya sacerdote, ejerza su apostolado entre la gente del campo.

Cuando, a los 16 años, manifestó su deseo de ser sacerdote, fue confiado a la solicitud de su tío Fermín Hoyos, párroco de Girardota, sacerdote de reconocidas virtudes y de ciencia. A su lado, Mariano, con grande ahínco y perseverancia, dio comienzo a su formación cultural y espiritual. Acompañó a su tío cuando éste fue trasladado a San Pedro como párroco y vicario foráneo. Mariano pasaba su vida, sencilla e íntegra, entre la oración, el estudio y el trabajo. En 1869, a los 24 años de edad, entrò en el recientemente abierto Seminario de Medellín, donde se preparó con mucho empeño al sacerdocio. El 14 de julio de 1872 recibió la ordenación sacerdotal.

Inició su ministerio en San Pedro, como coadjutor de su tío Don Fermín, quien lo había solicitado del Sr. Obispo. Esta colaboración no duró mucho, porque Don Fermín murió en enero de 1875, y Don Mariano fue trasladado, siempre como coadjutor, primero a Yarumal (1876) y luego a Angostura (1878). El párroco de Angostura era Don Rudesindo Correa, anciano y de salud muy precaria. Apenas tomó posesión de su cargo, Don Marianito, como era llamado afectuosamente, se dio cuenta de las muchas y no pequeñas dificultades que se le presentaban. Lo primero de todo, la construcción del templo parroquial, que había comenzado, pero que estaba parada por falta de fondos, por las dificultades técnicas y por las amenazas de guerra civil en la región. Después de un año de espera, con paciencia y perseverancia, superadas las dificultades, pudo concluir la construcción. Durante la guerra se vio obligado a esconderse varias veces en las montañas o en las cuevas. Nombrado párroco de Angostura, permaneció en su puesto hasta su muerte, siendo un pastor eximio y solícito para todos sus fieles.

Su fama de santidad se difundió en toda la región. Nada era capaz de frenarle en su celo: ni los obstáculos de parte de la autoridad civil, en aquel entonces muy contraria a la Iglesia, ni las dificultades de tiempos y lugares. Su apostolado constante y eficaz produjo muchos frutos, dejando entre la gente un profundo efecto y un vivo recuerdo.

Supo insertarse totalmente en la vida del pueblo, participando en las penas y alegrías de todos. Para todos fue padre diligente, maestro y consejero de confianza y testigo fiel del amor de Cristo entre ellos. Los pobres, que él llamaba “los nobles de Cristo”, eran sus preferidos. No tenía ningún reparo en emplear sus propios bienes para aliviar las penurias y la indigencia de los más débiles. Visitaba con frecuencia a los enfermos, y para asistirles estaba dispuesto a cualquier hora del día o de la noche. Con infinita mansedumbre y sencillez se ocupaba de los niños y de los jóvenes para guiarlos por el camino de las buenas costumbres y de la prudencia.

Tenía un grande amor por los campesinos, recordando que él mismo había sido uno de ellos hasta los 16 años. Estaba muy atento a sus necesidades espirituales y sociales, e incluso a las económicas.

Conociendo como conocía a su gente, sabía hablarles al corazón. Su predicación era muy sencilla, pero al mismo tiempo muy eficaz. Difundía la buena prensa y enseñaba la doctrina cristiana a todos, pobres y ricos, niños y adultos, hombres y mujeres. En su parroquia promovió mucho la práctica religiosa: la asistencia a la misa dominical y festiva, el rezo del rosario en familia, la devoción al Corazón de Jesús, las asociaciones católicas, la oración por las vocaciones santas…

Hizo además algunas obras materiales: la conclusión de la iglesia parroquial, su propia casa de habitación, el campanario, la ermitas de la Virgen del Carmen y de San Francisco y el cementerio. Estas obras contribuyeron mucho a despertar y sostener la vida cristiana de los fieles.

Su vida era muy pobre, austera y mortificada. Era muy constante en su vida de oración en la que se hallaba la raíz de su apostolado y de su vida sacerdotal. Era muy devoto de la Eucaristía, de la Santísima Virgen, de los Ángeles y de los Santos. Amaba sobre todo a Dios, por cuya gloria trabajó siempre. De aquí nacía su afán por salvar las almas de sus parroquianos y el mundo entero.

Durante muchos años gozó de buena salud. Eso le permitía practicar la mortificación con penitencias y ayunos. Pero al fin le sobrevino una grave infección de la vejiga y una fuerte inflamación de la próstata. A mitad de junio de 1926 se vio obligado a guardar cama. El 12 de julio tuvo un ataque de enteritis. Era tan grande su pobreza que no tenía ni la ropa necesaria para cambiarse. Los que le cuidaban tuvieron que acudir a la caridad de la gente para poder asistir al enfermo como convenía. Él dijo entonces: “Ya he vivido bastante. Ahora mi deseo más grande es unirme a mi Jesús”.

Murió el 13 de julio de 1926, justo 46 años después de su ordenación sacerdotal. Fue sepultado en la capilla de la Virgen del Carmen, que él mismo había hecho construir. Su muerte fue muy sentida por el pueblo, que participó en pleno en los funerales junto con varios sacerdotes y las autoridades.

Ya en vida gozaba de fama de santidad. Ahora, con el reconocimiento de sus virtudes en grado heroico y la aprobación del milagro, la Iglesia corrobora lo que el pueblo fiel había sentido y propagado.

Nuestra Señora de las Misericordias

Oración: Oh Reina de las Misericordias, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre mía, heme aquí postrado a vuestros pies santísimos. Vengo lleno de confianza a implorar vuestra gran misericordia para el remedio de mis muchas y grandes necesidades de alma y cuerpo. Acordaos, benditísima Señora, del Hijo Santísimo que llevasteis por nueve meses en vuestras purísimas entrañas, recostasteis en las pajas del pesebre, alimentasteis con vuestra leche virginal y reclinasteis en vuestro regazo. Acordaos de las tiemas caricias que durante su infancia le prodigasteis y del poder que como madre tuvisteis sobre su corazón divino. Acordaos de vuestros dolores y angustias durante su santísima pasión y de vuestros sufrimientos infinitos al pie de la cruz. Acordaos de que nos fuisteis dada por Madre por vuestro Hijo moribundo; Acordaos de vuestros dolores indecibles, cuando le tuvisteis ya muerto en vuestros brazos maternales. Acordaos de las lágrimas que vertisteis al dejarlo bajo la losa del sepulcro y regresar sola sin vuestro Jesús, envuelta en la nube triste de vuestra amarga soledad. Acordaos de vuestra infinita alegría al verle el día de la resurrección, triunfante y glorioso y de la felicidad de que disfrutáis ahora en el cielo como Reina sentada a su derecha. Acordaos, en fín, Señora, de que sois Madre y Madre de misericordia, escuchad benigna mis súplicas y concededme, os lo suplico, la gracia que vengo a implorar rendido a vuestras plantas benditas, oh Señora, oh Reina, oh Madre de las Misericordias. Amén.

Historia: En julio de 1919, con ocasión de la Solemne Coronación canónica de la Imagen de nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, como patrona y Reina de Colombia, se celebró un congreso Mariano Nacional, que tuvo repercusión en toda Colombia. Para ese tiempo era obispo de Santa Rosa de Osos el Ilustrísimo Señor Maximiliano Crespo Rivera quien, viendo la necesidad de que quedara en la capital episcopal de su diócesis un recuerdo de mencionado acontecimiento, solicitó la creación de la imagen al escultor donmatieño Álvaro Carvajal. La imagen resultó artística, hermosa y original, pues sus lineamientos son no comunes a las demás imágenes de nuestra Señora. La imagen fue inaugurada en la Plazoleta de San Ignacio en julio del mencionado año.

La Imagen de la Virgen de las Misericordias ubicada frente al antiguo Seminario. Desde aquella fecha la sagrada imagen se convirtió en lugar de constante oración y sitio de peregrinación de pequeños y grandes grupos de fieles que desde muchos lugares venían a rendir honor y admiración a la imagen de la “Virgen Blanca” como se le denominó por el entonces. Según se mantiene por tradición, una mujer, distinguidísima de la ciudadanía santarrosana, sufría de una enfermedad que la aquejaba Madre de las Misericordias desde hacía un tiempo; asistía piadosa a las oraciones y devociones que se le tributaban a la imagen y al fin recuperó la salud, en el mismo lugar en el que oraba frente a la “Virgen Blanca” o “Virgen del Seminario” por estar la estatua ubicada delante de la casa que para el entonces hacía de centro de formación para los futuros sacerdotes de la Diócesis. Este favor se conoció por todos los poblados de la Diócesis, lo que acarreó las romerías y peregrinaciones en gran número hacia Santa Rosa de Osos, de modo que no se veía sola la imagen ni un solo instante.

El sacerdote eudista José Tressel, quien viendo la intensidad de la plegaria que frente a la imagen de la “Virgen del Seminario” se propagaba, empezó a difundir, con oraciones y otras manifestaciones de devoción el culto a la imagen, que para finalizar la segunda década del siglo XIX, era ya conocida en casi todos los pueblos de Antioquia y especialmente los de la recién creada Diócesis de Santa Rosa de Osos. Si bien Monseñor Maximiliano Crespo Rivera logró ver la piedad que a la imagen se le tenía, no fue él quien daría el impulso definitivo a este culto espontáneo debido a su pronto traslado a la sede de Popayán en 1924. Fue el obispo Miguel Ángel Builes el más reconocido devoto de la Virgen de las Misericordias y su principal promotor; se unió a las romerías, convocó procesiones y celebraciones frente a la imagen hasta que por fin, movido por la piedad que se había desarrollado tan fuertemente a la imagen, decidió oficializar la devoción con la declaración del culto público el 8 de septiembre de 1931 a la Virgen Inmaculada que por el entonces era el afecto de los campesinos que subían a las ventas, mercados y otros en Santa Rosa de Osos. Para la ocasión pronunció solemnemente:

“… en este día de bendición, cuando celebramos la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen y cantamos su glorias, 8 de septiembre de 1931, declaramos inaugurado oficialmente el culto de esta Sagrada Imagen de Nuestra Madre Celestial en este lugar bendito; y que Ella derrame sus bendiciones sobre todos aquellos que la invoquen y envuelva entre los pliegues de su manto a este su esclavo que tanto la quiere, a su Clero y a su Seminario, a sus religiosos y religiosas, y a todos los fieles de la ciudad y de la Diócesis”. (Monseñor Builes)

En esa misma celebración el señaló la fecha del 8 de septiembre como la escogida para las solemnes fiestas principales, estas debían celebrarse precedidas de novena y, en lo posible, con la asistencia del mayor número de fieles de la Diócesis. La imagen, a pesar de tener ya culto público, no era invocada bajo una misma denominación especial, por lo que se hizo necesario asignarle un título para ser así invocada por sus fieles. Sugirieron la idea de un concurso para darle nombre a la sagrada imagen los sacerdotes José Manuel Castrillón y Roberto Giraldo y esta resultó ser bien acogida; la participación fue masiva y el resultado fue una admirable mayoría que pedía llamarla Nuestra Señora de las Misericordias.

El nombre de Madre de las Misericordias realmente digno y bello quedó para la memoria de todo el pueblo fiel que peregrina. “Si ha habido jamás un título o denominación con el que el pueblo Cristiano haya invocado a María con mayor propiedad, como Madre Amabilísima de Cristo y Madre Protectora de Todos los fieles, tal es sin duda el que se manifiesta en la significativa advocación de “Madre de las Misericordias”. En efecto el sagrado pueblo de Cristo, aunque fue redimido por el adorable Hijo de Dios y es fortalecido por su gracia, en este viaje terreno hacia la Patria Inmortal y Feliz, se ve cercado de tan múltiples peligros, presionado por tan turbulentas desgracias y asechado por tal abismo de males que no puede fácilmente carecer de una madre llena de Misericordia” (Pablo VI). El 22 de febrero de 1985, la santa sede aprobó el rango litúrgico de solemnidad para la fiesta de la Virgen de las Misericordias.

Red Diocesana Agosto 23 de 2014 Nº 093

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