«La religión aporta al hombre una fuerza interior. La luz espiritual y la paz inefable»
Alexis Carrel.
Acompañamiento Espiritual
¿Qué es? Un apoyo a partir de los recursos de la fe reconociendo el paradigma Cristiano Católico que posee la institución desde su identidad. En esta asesoría se brinda un acompañamiento centrado en la trascendencia, conforme a las creencias del solicitante.
![P. Diego - Rector UCN](https://content.ucn.edu.co/wp-media-folder-catolica-del-norte-fundacion-universitaria/wp-content/uploads/2024/07/p-diego-c.png)
![P. Eduin - Vicerector UCN](https://content.ucn.edu.co/wp-media-folder-catolica-del-norte-fundacion-universitaria/wp-content/uploads/2024/07/p-eduin_c.png)
![P. Germán - Rector Cibercolegio](https://content.ucn.edu.co/wp-media-folder-catolica-del-norte-fundacion-universitaria/wp-content/uploads/2024/07/p-german-c.png)
![P. Julio - Director Académico UCN](https://content.ucn.edu.co/wp-media-folder-catolica-del-norte-fundacion-universitaria/wp-content/uploads/2024/07/p-julio-c.png)
![P. Luis - Coordinador Pastoral y Binestar](https://content.ucn.edu.co/wp-media-folder-catolica-del-norte-fundacion-universitaria/wp-content/uploads/2024/07/p-luis-c.png)
![P. Jaime - Coordinador Académico Cibercolegio](https://content.ucn.edu.co/wp-media-folder-catolica-del-norte-fundacion-universitaria/wp-content/uploads/2024/07/p-jaime-c.png)
En la solicitud relaciona el nombre del capellán con el que deseas recibir el acompañamiento espiritual.
Santo Rosario
«El Rosario es la cadena de amor que une a los fieles con María y con su Hijo Jesús» Santo Tomás de Aquino
Entre los nombres que le damos a nuestra Madre del Cielo se encuentra el de ser “Reina de la paz”. Esta es la última invocación que traen para ella la oración tradicional de las letanías, como si al nombrarla “Reina de la paz”, encerráramos todas las demás. El Papa nos ha hecho una llamada: “Serviros con frecuencia de este potente instrumento que es la oración del Santo Rosario, para que lleve la paz en el corazón, en la familia, en la Iglesia y en el mundo”. Caminemos, junto con la Red Mundial de Oración del Papa, el rezo del Santo Rosario, diciendo con María “He aquí la sierva del Señor”. Pidamos a quien supo “guardar en su corazón” las cosas de Dios, que nos acompañe a contemplar en el silencio interior, los misterios de la vida de su Hijo. Rezar por la paz en el mundo, con el Rosario de la Virgen María, cultiva la paz del corazón y transforma nuestros ambientes en verdaderos “talleres de paz”.
¡Nos disponemos a contemplar cómo Dios vino y vivió como uno de nosotros en el interior de la familia de Nazareth. Así también podemos nosotros meditar el modo en que vivimos en nuestras familias y cómo Dios viene cada día a nuestra vida cotidiana y se hace presente haciendo camino con nosotros.
- La encarnación del Hijo de Dios.
«Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; el nombre de la virgen era María» (Lc 1,26-27).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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La visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel.
«En aquellos días María se puso en camino y fue aprisa a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Y sucedió que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando a voz en grito, dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno”» (Lc 1, 39-42)
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
- El nacimiento del Hijo de Dios.
«Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo Cirino gobernador de Siria. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento» (Lc 2,1-7).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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La Presentación de Jesús en el templo.
«Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, como lo había llamado el ángel antes de ser concebido en el seno. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor» (Lc 2, 21-24).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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El Niño Jesús perdido y hallado en el templo.
«Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres…
Y sucedió que al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas» (Lc 2, 41-47)
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
Oración final: Señor… Mirando tu Encarnación y tu vida sencilla, deseo aprender a vivir como Tú viviste. La vida de tu Madre, Madre Nuestra, por tu regalo, es consuelo para los momentos difíciles en los que me veo tentado a perder la paz y a dejarnos ganar por las dificultades. No permitas que yo no sea constructor de paz, no dejes que mi vida cotidiana se transforme en rutina irritante y en camino de desesperanza. Ayúdame a ser puente entre los desavenidos y causa de paz entre los hermanos. Amén.
Nos disponemos a contemplar el Amor de Dios que nos amó hasta donde no se puede amar más, hasta dar la vida voluntariamente por los que ama. El Señor va a la entrega de su Vida por Amor por ti.
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Primer Misterio Doloroso: La oración en el Huerto
«Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: “Sentaos aquí mientras voy a orar”. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: “Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo”. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú”» (Mt 26, 36-39).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Segundo Misterio Doloroso: La flagelación de Jesús atado a la columna
«Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado» (Mt 27, 26).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Tercer Misterio Doloroso: La coronación de espinas
«Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en su mano derecha una caña, y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: “Salve, Rey de los judíos”». (Mt 27, 27-29)
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Cuarto Misterio Doloroso: Jesús con la Cruz a cuestas camino del Calvario
«Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Lo condujeron al lugar del Gólgota, que quiere decir de la “Calavera”» (Mc 15, 21-22).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Quinto Misterio Doloroso: La crucifixión y muerte de Jesús
«Llegados al lugar llamado “La Calavera”, le crucificaron allí a él y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”… Era ya eso de mediodía cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la media tarde. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito dijo: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” y, dicho esto, expiró» (Lc 23, 33-46).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
Oración final: Señor… Mirando el modo en que has entregado tu vida por amor a todos, también por mí, se despierta en mi corazón el deseo de vivir de otro modo el amor por mis hermanos. Quiero ser signo de reconciliación y de perdón, no quiero guardar rencores a las ofensas que recibo. Quiero que mis silencios y mis palabras contribuyan a la paz y a la fraternidad. Para que todos vivamos en un mundo sin guerras ni violencia en el que nos amemos como Tú nos amas. Corazón de Jesús, haz mi corazón cada día más semejante al tuyo. Amén
Nos disponemos a contemplar al Señor Resucitado. Las primeras palabras del Resucitado son “la paz esté con ustedes”. Él ha vencido a la muerte y nos invita a vivir Su Alegría. Acompañemos al Señor y compartamos con Él la alegría de la Resurrección para que sea nuestra alegría.
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Primer Misterio Glorioso: La resurrección del Hijo de Dios
«El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”» (Lc 24, 1-6).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Segundo Misterio Glorioso: La Ascensión del Señor al cielo
«El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16, 19).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Tercer Misterio Glorioso: La venida del Espíritu Santo
«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse» (Hch 2, 1-4).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Cuarto Misterio Glorioso: La Asunción de María al cielo
«Todas las generaciones me llamarán bienaventurada porque el Señor ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1, 48-49).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Quinto Misterio Glorioso: La coronación de María como Reina y Señora de todo lo creado
«Una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap 12, 1).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
Oración final: Señor… Mirando tu victoria, me animo a creer que un mundo más humano y más pacífico es posible. Soy consciente que me invitas a colaborar contigo en su construcción. Me atrevo a aceptar el desafío porque me sostengo en Ti, y porque a pesar de lo difícil que me parece lograrlo sé que Tú ya has vencido. Haz que tu Alegría sea mi fuerza, que la Vida Nueva que nace de tu Resurrección sea el impulso renovador que este mundo necesita, para que reine la paz y la armonía entre nosotros los hombres. No permitas que no te ayude, no dejes que me aparte de esta construcción y ayúdame a que los deseos de mi corazón se unifiquen en Ti y tu misión cada día más. Amén.
Nos disponemos en el silencio del corazón a contemplar los momentos de la Vida Pública de Jesús desde su Bautismo hasta la Última Cena. A través de sus palabras y gestos conocemos su Corazón, sus sentimientos, y su modo de amar. Acompañemos al Señor, para conocerlo más y así más amarlo y seguirlo. Como nos dice el Papa Francisco, “Jesús nos enseña que el verdadero campo de batalla, en el que se enfrentan la violencia y la paz, es el corazón humano”.
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Primer Misterio Luminoso: El Bautismo en el Jordán La resurrección del Hijo de Dios
«Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”». (Mt 3,16-17)
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Segundo Misterio Luminoso: Las bodas de Caná
«Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: “No tienen vino”. Jesús le responde: “¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora”. Dice su madre a los sirvientes: “Haced lo que él os diga”». (Jn 2, 1-5).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Tercer Misterio Luminoso: El anuncio del Reino de Dios
“El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio”. (Mc 1, 15)
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Cuarto Misterio Luminoso: La Transfiguración
«Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz» (Mt 17, 1-2).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
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Quinto Misterio Luminoso: La institución de la Eucaristía
«Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: “Tomad, comed, éste es mi cuerpo”» (Mt 26, 26).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
Oración final: Señor… Mirando tu modo de vivir, me reconforta saber que eres mi Dios, que en Ti confío. Mi corazón arde cuando contemplo tu modo de proceder con las personas, porque irradias amor y paz. Quiero contagiarme de tu estilo para poder llevarlo adonde Tú me lleves. No permites que mi vida sea estéril, quiero una vida fecunda que se parezca a la tuya, para que mis gestos ayuden a construir la paz de nuestra casa común. Amén
Patronos Institucionales
«La santidad es hacer siempre, con alegría, la voluntad de Dios»
Nuestra Señora de las Misericordias
Beato Padre Marianito
San Juan Pablo II
San José
San José
Oración: Dios, infinitamente sabio, nos acercamos a la intercesión de San José. Descubrimos en él, ejemplo de justicia, bondad y mansedumbre. Lo reconocemos como el padre custodio. Es ejemplo de esposo fiel y papá amoroso. Dios, perfecta bondad, deseamos recorrer la senda de San José, Vivir en constante apertura a la acción del Espíritu. Ser disponibles a la lectura de los signos de los tiempos. Tener un corazón que discierne con la luz de Dios. Amén.
Historia: San José vivía en Nazaret y era un hombre justo y bueno, descendiente de la familia del rey David. Estaba comprometido con María, quien concibió a Jesús por obra del Espíritu Santo. José, aunque pensaba abandonarla en silencio, recibió en sueños la visita de un ángel que le dijo que no temiera y aceptara a María y al hijo que esperaba.
José y María se casaron y se establecieron en Nazaret, donde José trabajaba como carpintero. Obedeciendo un decreto del emperador Augusto, viajaron a Belén para un censo, donde nació Jesús en un pesebre, ya que no encontraron alojamiento. José estuvo presente en el nacimiento, cuidando y protegiendo a su familia.
Tras la visita de los pastores y los magos, un ángel advirtió a José sobre la amenaza del rey Herodes, por lo que huyeron a Egipto. Regresaron a Nazaret después de la muerte de Herodes, donde José enseñó a Jesús el oficio de carpintero y la ley judía.
San José es considerado un modelo de esposo y padre, protector de la Iglesia universal, de los trabajadores y de la buena muerte. Su fiesta se celebra el 19 de marzo, y la Iglesia lo invoca en busca de protección y cuidado.
San Juan Pablo II
Oración: Oh María, aurora del mundo nuevo, Madre de todos los vivientes, a Ti confiamos la causa de la vida: mira Madre el número inmenso de niños a quienes se impide nacer, de pobres a quienes se hace difícil vivir, de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana, de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad. Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida. Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida. Amén.
Historia: Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, Polonia, el 18 de mayo de 1920. Su madre falleció cuando él tenía 9 años, y su padre en 1941. Durante la ocupación nazi, trabajó en una cantera y una fábrica para evitar la deportación.
En 1942, ingresó al seminario clandestino de Cracovia y continuó sus estudios tras la Segunda Guerra Mundial, siendo ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946. Se doctoró en teología en Roma y trabajó pastoralmente en Francia, Bélgica y Holanda. Regresó a Polonia en 1948, donde ejerció como vicario y capellán universitario, además de ser profesor de teología.
Fue nombrado Obispo Auxiliar de Cracovia en 1958, Arzobispo en 1964 y Cardenal en 1967. Participó activamente en el Concilio Vaticano II. El 16 de octubre de 1978, fue elegido Papa y tomó el nombre de Juan Pablo II, comenzando su ministerio el 22 de octubre.
Juan Pablo II fue un Papa muy activo, realizando 104 viajes internacionales y 146 en Italia, visitando 317 parroquias romanas. Inició las Jornadas Mundiales de la Juventud y encuentros mundiales de familias. Promovió el diálogo interreligioso y la paz mundial.
Durante su pontificado, celebró numerosas beatificaciones y canonizaciones, reorganizó la Curia Romana y publicó el Catecismo de la Iglesia Católica. Escribió varios libros y documentos papales importantes. Falleció el 2 de abril de 2005. Su proceso de beatificación comenzó rápidamente, siendo oficialmente abierto en junio de 2005.
Beato Padre Marianito
Oración: Dios, perfecta unidad, nos encomendamos a la intercesión del beato padre Marianito, El santo y sacerdote de nuestro territorio. Su humildad es virtud que debemos emular. Su caridad es ejemplo que debemos seguir. Dios, perfecta belleza, la santidad del padre Marianito nos reta. Los mandamientos de Dios son el camino. Vivir estos mandatos es expresión de santidad. Existir en amor a Dios y al prójimo, es nuestra súplica a ti, Señor. Amén.
Historia: El beato Mariano de Jesús Euse Hoyos nació en Yarumal, Colombia, en la diócesis de Antioquia, el 14 de octubre de 1845. Era el mayor de siete hermanos. Sus padres se llamaban Pedro Euse y Rosalía de Hoyos. Fue bautizado al día siguiente, y confirmado cuando tenía tan solo dos años. El apellido Euse es de origen francés, de la Normandía. Desde allí había emigrado el bisabuelo de Mariano.
Los padres de Mariano eran muy religiosos, por eso, desconfiando de la escuela pública, que entonces se comportaba de mondo muy hostil a la Iglesia, se ocuparon personalmente de la educación de su primogénito. De ellos aprendió Mariano no sólo las buenas costumbres sino también a leer, escribir y los rudimentos de las ciencias. El empeño de los padres dio sus frutos, y muy pronto, el muchacho comenzó a enseñar a otros niños menos afortunados que él.
Por haber pasado su infancia y adolescencia en el campo y entre campesinos, Mariano de Jesús parecía un verdadero campesino. Esto le fue de grande ayuda más tarde, cuando siendo ya sacerdote, ejerza su apostolado entre la gente del campo.
Cuando, a los 16 años, manifestó su deseo de ser sacerdote, fue confiado a la solicitud de su tío Fermín Hoyos, párroco de Girardota, sacerdote de reconocidas virtudes y de ciencia. A su lado, Mariano, con grande ahínco y perseverancia, dio comienzo a su formación cultural y espiritual. Acompañó a su tío cuando éste fue trasladado a San Pedro como párroco y vicario foráneo. Mariano pasaba su vida, sencilla e íntegra, entre la oración, el estudio y el trabajo. En 1869, a los 24 años de edad, entrò en el recientemente abierto Seminario de Medellín, donde se preparó con mucho empeño al sacerdocio. El 14 de julio de 1872 recibió la ordenación sacerdotal.
Inició su ministerio en San Pedro, como coadjutor de su tío Don Fermín, quien lo había solicitado del Sr. Obispo. Esta colaboración no duró mucho, porque Don Fermín murió en enero de 1875, y Don Mariano fue trasladado, siempre como coadjutor, primero a Yarumal (1876) y luego a Angostura (1878). El párroco de Angostura era Don Rudesindo Correa, anciano y de salud muy precaria. Apenas tomó posesión de su cargo, Don Marianito, como era llamado afectuosamente, se dio cuenta de las muchas y no pequeñas dificultades que se le presentaban. Lo primero de todo, la construcción del templo parroquial, que había comenzado, pero que estaba parada por falta de fondos, por las dificultades técnicas y por las amenazas de guerra civil en la región. Después de un año de espera, con paciencia y perseverancia, superadas las dificultades, pudo concluir la construcción. Durante la guerra se vio obligado a esconderse varias veces en las montañas o en las cuevas. Nombrado párroco de Angostura, permaneció en su puesto hasta su muerte, siendo un pastor eximio y solícito para todos sus fieles.
Su fama de santidad se difundió en toda la región. Nada era capaz de frenarle en su celo: ni los obstáculos de parte de la autoridad civil, en aquel entonces muy contraria a la Iglesia, ni las dificultades de tiempos y lugares. Su apostolado constante y eficaz produjo muchos frutos, dejando entre la gente un profundo efecto y un vivo recuerdo.
Supo insertarse totalmente en la vida del pueblo, participando en las penas y alegrías de todos. Para todos fue padre diligente, maestro y consejero de confianza y testigo fiel del amor de Cristo entre ellos. Los pobres, que él llamaba “los nobles de Cristo”, eran sus preferidos. No tenía ningún reparo en emplear sus propios bienes para aliviar las penurias y la indigencia de los más débiles. Visitaba con frecuencia a los enfermos, y para asistirles estaba dispuesto a cualquier hora del día o de la noche. Con infinita mansedumbre y sencillez se ocupaba de los niños y de los jóvenes para guiarlos por el camino de las buenas costumbres y de la prudencia.
Tenía un grande amor por los campesinos, recordando que él mismo había sido uno de ellos hasta los 16 años. Estaba muy atento a sus necesidades espirituales y sociales, e incluso a las económicas.
Conociendo como conocía a su gente, sabía hablarles al corazón. Su predicación era muy sencilla, pero al mismo tiempo muy eficaz. Difundía la buena prensa y enseñaba la doctrina cristiana a todos, pobres y ricos, niños y adultos, hombres y mujeres. En su parroquia promovió mucho la práctica religiosa: la asistencia a la misa dominical y festiva, el rezo del rosario en familia, la devoción al Corazón de Jesús, las asociaciones católicas, la oración por las vocaciones santas…
Hizo además algunas obras materiales: la conclusión de la iglesia parroquial, su propia casa de habitación, el campanario, la ermitas de la Virgen del Carmen y de San Francisco y el cementerio. Estas obras contribuyeron mucho a despertar y sostener la vida cristiana de los fieles.
Su vida era muy pobre, austera y mortificada. Era muy constante en su vida de oración en la que se hallaba la raíz de su apostolado y de su vida sacerdotal. Era muy devoto de la Eucaristía, de la Santísima Virgen, de los Ángeles y de los Santos. Amaba sobre todo a Dios, por cuya gloria trabajó siempre. De aquí nacía su afán por salvar las almas de sus parroquianos y el mundo entero.
Durante muchos años gozó de buena salud. Eso le permitía practicar la mortificación con penitencias y ayunos. Pero al fin le sobrevino una grave infección de la vejiga y una fuerte inflamación de la próstata. A mitad de junio de 1926 se vio obligado a guardar cama. El 12 de julio tuvo un ataque de enteritis. Era tan grande su pobreza que no tenía ni la ropa necesaria para cambiarse. Los que le cuidaban tuvieron que acudir a la caridad de la gente para poder asistir al enfermo como convenía. Él dijo entonces: “Ya he vivido bastante. Ahora mi deseo más grande es unirme a mi Jesús”.
Murió el 13 de julio de 1926, justo 46 años después de su ordenación sacerdotal. Fue sepultado en la capilla de la Virgen del Carmen, que él mismo había hecho construir. Su muerte fue muy sentida por el pueblo, que participó en pleno en los funerales junto con varios sacerdotes y las autoridades.
Ya en vida gozaba de fama de santidad. Ahora, con el reconocimiento de sus virtudes en grado heroico y la aprobación del milagro, la Iglesia corrobora lo que el pueblo fiel había sentido y propagado.
Nuestra Señora de las Misericordias
Oración: Oh Reina de las Misericordias, Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre mía, heme aquí postrado a vuestros pies santísimos. Vengo lleno de confianza a implorar vuestra gran misericordia para el remedio de mis muchas y grandes necesidades de alma y cuerpo. Acordaos, benditísima Señora, del Hijo Santísimo que llevasteis por nueve meses en vuestras purísimas entrañas, recostasteis en las pajas del pesebre, alimentasteis con vuestra leche virginal y reclinasteis en vuestro regazo. Acordaos de las tiemas caricias que durante su infancia le prodigasteis y del poder que como madre tuvisteis sobre su corazón divino. Acordaos de vuestros dolores y angustias durante su santísima pasión y de vuestros sufrimientos infinitos al pie de la cruz. Acordaos de que nos fuisteis dada por Madre por vuestro Hijo moribundo; Acordaos de vuestros dolores indecibles, cuando le tuvisteis ya muerto en vuestros brazos maternales. Acordaos de las lágrimas que vertisteis al dejarlo bajo la losa del sepulcro y regresar sola sin vuestro Jesús, envuelta en la nube triste de vuestra amarga soledad. Acordaos de vuestra infinita alegría al verle el día de la resurrección, triunfante y glorioso y de la felicidad de que disfrutáis ahora en el cielo como Reina sentada a su derecha. Acordaos, en fín, Señora, de que sois Madre y Madre de misericordia, escuchad benigna mis súplicas y concededme, os lo suplico, la gracia que vengo a implorar rendido a vuestras plantas benditas, oh Señora, oh Reina, oh Madre de las Misericordias. Amén.
Historia: En julio de 1919, con ocasión de la Solemne Coronación canónica de la Imagen de nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, como patrona y Reina de Colombia, se celebró un congreso Mariano Nacional, que tuvo repercusión en toda Colombia. Para ese tiempo era obispo de Santa Rosa de Osos el Ilustrísimo Señor Maximiliano Crespo Rivera quien, viendo la necesidad de que quedara en la capital episcopal de su diócesis un recuerdo de mencionado acontecimiento, solicitó la creación de la imagen al escultor donmatieño Álvaro Carvajal. La imagen resultó artística, hermosa y original, pues sus lineamientos son no comunes a las demás imágenes de nuestra Señora. La imagen fue inaugurada en la Plazoleta de San Ignacio en julio del mencionado año.
La Imagen de la Virgen de las Misericordias ubicada frente al antiguo Seminario. Desde aquella fecha la sagrada imagen se convirtió en lugar de constante oración y sitio de peregrinación de pequeños y grandes grupos de fieles que desde muchos lugares venían a rendir honor y admiración a la imagen de la “Virgen Blanca” como se le denominó por el entonces. Según se mantiene por tradición, una mujer, distinguidísima de la ciudadanía santarrosana, sufría de una enfermedad que la aquejaba Madre de las Misericordias desde hacía un tiempo; asistía piadosa a las oraciones y devociones que se le tributaban a la imagen y al fin recuperó la salud, en el mismo lugar en el que oraba frente a la “Virgen Blanca” o “Virgen del Seminario” por estar la estatua ubicada delante de la casa que para el entonces hacía de centro de formación para los futuros sacerdotes de la Diócesis. Este favor se conoció por todos los poblados de la Diócesis, lo que acarreó las romerías y peregrinaciones en gran número hacia Santa Rosa de Osos, de modo que no se veía sola la imagen ni un solo instante.
El sacerdote eudista José Tressel, quien viendo la intensidad de la plegaria que frente a la imagen de la “Virgen del Seminario” se propagaba, empezó a difundir, con oraciones y otras manifestaciones de devoción el culto a la imagen, que para finalizar la segunda década del siglo XIX, era ya conocida en casi todos los pueblos de Antioquia y especialmente los de la recién creada Diócesis de Santa Rosa de Osos. Si bien Monseñor Maximiliano Crespo Rivera logró ver la piedad que a la imagen se le tenía, no fue él quien daría el impulso definitivo a este culto espontáneo debido a su pronto traslado a la sede de Popayán en 1924. Fue el obispo Miguel Ángel Builes el más reconocido devoto de la Virgen de las Misericordias y su principal promotor; se unió a las romerías, convocó procesiones y celebraciones frente a la imagen hasta que por fin, movido por la piedad que se había desarrollado tan fuertemente a la imagen, decidió oficializar la devoción con la declaración del culto público el 8 de septiembre de 1931 a la Virgen Inmaculada que por el entonces era el afecto de los campesinos que subían a las ventas, mercados y otros en Santa Rosa de Osos. Para la ocasión pronunció solemnemente:
“… en este día de bendición, cuando celebramos la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen y cantamos su glorias, 8 de septiembre de 1931, declaramos inaugurado oficialmente el culto de esta Sagrada Imagen de Nuestra Madre Celestial en este lugar bendito; y que Ella derrame sus bendiciones sobre todos aquellos que la invoquen y envuelva entre los pliegues de su manto a este su esclavo que tanto la quiere, a su Clero y a su Seminario, a sus religiosos y religiosas, y a todos los fieles de la ciudad y de la Diócesis”. (Monseñor Builes)
En esa misma celebración el señaló la fecha del 8 de septiembre como la escogida para las solemnes fiestas principales, estas debían celebrarse precedidas de novena y, en lo posible, con la asistencia del mayor número de fieles de la Diócesis. La imagen, a pesar de tener ya culto público, no era invocada bajo una misma denominación especial, por lo que se hizo necesario asignarle un título para ser así invocada por sus fieles. Sugirieron la idea de un concurso para darle nombre a la sagrada imagen los sacerdotes José Manuel Castrillón y Roberto Giraldo y esta resultó ser bien acogida; la participación fue masiva y el resultado fue una admirable mayoría que pedía llamarla Nuestra Señora de las Misericordias.
El nombre de Madre de las Misericordias realmente digno y bello quedó para la memoria de todo el pueblo fiel que peregrina. “Si ha habido jamás un título o denominación con el que el pueblo Cristiano haya invocado a María con mayor propiedad, como Madre Amabilísima de Cristo y Madre Protectora de Todos los fieles, tal es sin duda el que se manifiesta en la significativa advocación de “Madre de las Misericordias”. En efecto el sagrado pueblo de Cristo, aunque fue redimido por el adorable Hijo de Dios y es fortalecido por su gracia, en este viaje terreno hacia la Patria Inmortal y Feliz, se ve cercado de tan múltiples peligros, presionado por tan turbulentas desgracias y asechado por tal abismo de males que no puede fácilmente carecer de una madre llena de Misericordia” (Pablo VI). El 22 de febrero de 1985, la santa sede aprobó el rango litúrgico de solemnidad para la fiesta de la Virgen de las Misericordias.
Red Diocesana Agosto 23 de 2014 Nº 093
Oraciones y reflexiones
“La oración es como el aliento de la vida cristiana… es el secreto de un cristianismo verdaderamente vital”
(Juan Pablo II)
Padre Dios, nos alegra comunicarnos Contigo en este momento. Somos la comunidad de la Fundación Universitaria Católica del Norte, que te amamos y necesitamos de Ti. Te experimentamos en nuestra vida porque nos has entregado a tu Hijo, Jesucristo, y nos has comunicado el Espíritu Santo. Nos hemos encontrado Contigo.
Querido Padre, tenemos conciencia de que no tienes principio. Que eres siempre Eterno. Que has creado este mundo armonioso y bello. Que has creado a cada ser humano que habita en el universo.
Amado Padre, qué gozo tan grande sentimos al hablar Contigo. Te confiamos todos nuestros sueños, proyectos y tareas. Qué felicidad experimentamos al saber que nos amas. Pero más dichosos somos al conocer que tienes un plan de salvación para nosotros.
Misericordioso Padre, perdona nuestros pecados y errores. Líbranos de caer en el pecado. Que seamos capaces de hacer tu voluntad. Que anunciemos tu misericordia y tu amor, E imploramos la intercesión de María Santísima, su esposo San José y el Beato Padre Marianito.
Amén.
Para recitar la Coronilla de la Divina Misericordia se usa un rosario normal y se sigue esta secuencia:
1. La señal de la Cruz: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
2. Padre Nuestro
3. Ave María
4. Credo (Símbolo de los Apóstoles)
5. En cada grano mayor del Rosario, cuando normalmente se dice el Padre Nuestro, diga:
Padre Eterno,
Te ofrezco
el Cuerpo, la Sangre,
el Alma y la Divinidad
de Tu amadísimo Hijo,
Nuestro Señor Jesucristo,
como propiciación
de nuestros pecados
y los del mundo entero.
6. En cada grano menor del Rosario, cuando normalmente se dice el Ave María, diga:
Por Su dolorosa Pasión,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero.
7. Invocación: Al final de la corona, la siguiente oración se reza tres veces seguidas:
Santo Dios,
Santo Fuerte,
Santo Inmortal,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero.
8. Oración para concluir (opcional)
Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia mismos. Amén.
Dios mío, te amo sobre todas las cosas
y al prójimo por ti,
porque Tú eres el infinito,
sumo y perfecto Bien,
digno de todo amor.
Quiero vivir y morir en este amor. Amén
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.
Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.
En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.
Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.
Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.
Acoge, oh Madre, nuestra súplica.
Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.
Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.
Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.
Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.
Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.
Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.
Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.
Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.
Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.
Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.
Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.
Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.
Dios mío,
me arrepiento de todo corazón
de todos mis pecados
y los aborrezco,
porque al pecar, no sólo merezco
las penas establecidas por ti
justamente,
sino principalmente porque te ofendí,
a ti sumo Bien y digno de amor
por encima de todas las cosas.
Por eso propongo firmemente,
con ayuda de tu gracia,
no pecar más en adelante
y huir de toda ocasión de pecado.
Amén
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén
Ángel de Dios,
que eres mi custodio,
pues la bondad divina
me ha encomendado a ti,
ilumíname, guárdame, defiéndeme
y gobiérname.
Amén
El ángel del Señor anunció a María.
Y concibió.
por obra y gracia del Espíritu Santo.
Dios te salve, María…
He aquí la esclava del Señor.
Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María…
Y el Verbo de Dios se hizo carne.
Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María…
Ruega por nosotros,
Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Jesucristo.
Oremos
Oh Padre, Infunde en nuestra alma tu gracia. Tú, que en la anunciación del Ángel nos has revelado la encarnación de tu Hijo, por su pasión y su cruz condúcenos a la gloria de la resurrección. Por Cristo, Nuestro Señor. Amén
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado
y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza
de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho
desde antiguo
por boca de sus santos Profetas.
Es la salvación que nos libra
de nuestros enemigos
y de la mano de todos
los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró
a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que,
libres de temor,
arrancados de la mano
de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
&nbps;Y a ti, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia
de nuestro Dios,
nos visitará el sol
que nace de lo alto,
para iluminar
a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Creo, Jesús mío,
que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Os amo sobre todas las cosas
y deseo recibiros en mi alma.
Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado,
venid a lo menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya os hubiese recibido,
os abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás
Me aparte de Ti. Amén.
(San Alfonso María de Ligorio)
A vuestros pies, ¡oh mi Jesús!,
me postro y os ofrezco
el arrepentimiento de mi corazón contrito,
que se hunde en la nada ante vuestra santísima presencia.
Yo os adoro en el Sacramento de vuestro amor,
la inefable Eucaristía,
y deseo recibiros en la pobre morada
que os ofrece el alma mía.
Esperando la felicidad de la comunión sacramental,
yo quiero poseeros en espíritu.
Venid a mí, puesto que yo voy a Vos,
¡oh Jesús mío!,
y que vuestro amor inflame todo mi ser
en la vida y en la muerte.
Creo en Vos y espero en Vos.
Así sea.
(Cardenal Rafael Merry del Val)
Acordaos,
oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido
a tu protección,
implorando tu asistencia
y reclamando tu socorro,
haya sido abandonado de ti.
Animado con esta confianza,
a ti también acudo, oh Madre,
Virgen de las vírgenes,
y aunque gimiendo
bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer
ante tu presencia soberana.
No deseches mis humildes súplicas,
oh Madre del Verbo divino,
antes bien, escúchalas
y acógelas benignamente. Amén
Dale Señor el descanso eterno.
Brille para él la luz perpetua.
Descanse en paz.
Amén
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador;
porque ha mirado la humillación
de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.
(Papa Francisco, Amoris Laetitia, 325)
Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal. Amén.
(Papa Francisco, Patris Corde)
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Reina del cielo alégrate; aleluya.
Porque el Señor a quien has merecido llevar;
aleluya.
Ha resucitado según su palabra;
aleluya.
Ruega al Señor por nosotros;
aleluya.
Gózate y alégrate, Virgen María;
aleluya.
Porque verdaderamente ha resucitado el Señor;
aleluya.
Oremos
Oh Dios, que en la gloriosa resurrección de tu Hijo has devuelto la alegría al mundo entero, por intercesión de la Virgen María, concédenos disfrutar de la alegría de la vida eterna. Por Cristo, Nuestro Señor.
Amén.
Dios te salve, Reina
y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.
A ti llamamos
los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos;
y después de este destierro,
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh, clementísima, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica.
Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén.
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor,
Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir
a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén
A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos,
los cielos y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza
el glorioso coro de los Apóstoles,
la multitud admirable de los Profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra, te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.
Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fieles
llena con tu divina gracia,
los corazones que creaste.
Tú, a quien llamamos Paráclito,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego,
caridad y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, dedo de la diestra del Padre;
Tú, fiel promesa del Padre;
que inspiras nuestras palabras.
Ilumina nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece la debilidad de nuestro cuerpo.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé nuestro director y nuestro guía,
para que evitemos todo mal.
Por ti conozcamos al Padre,
al Hijo revélanos también;
Creamos en ti, su Espíritu,
por los siglos de los siglos
Gloria a Dios Padre,
y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos de los siglos. Amén.
Evangelio Dominical
“Tu palabra es lámpara que guía mis pasos; luz que alumbra mi camino” Sl 119
Lectura del santo evangelio según san Juan (2,1-11):
Lectura del santo evangelio según san Juan (2,1-11):
Se celebraban unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. También invitaron a Jesús y a sus discípulos al banquete de bodas. Y como se acabó el vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino.»
Jesús le respondió: «Déjame, mujer. Todavía no ha llegado mi hora.»
Su madre dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga.»
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos. En cada una cabían unos cincuenta litros.
Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua esas tinajas.»
Y las llenaron de agua hasta el borde.
«Ahora saquen-añadió Jesús-y llévenle al jefe del servicio.»
Y así lo hicieron. El jefe del servicio no sabía de dónde había salido más vino, pero los sirvientes, que habían sacado el agua, sí lo sabían.
De modo que cuando probó el agua convertida en vino, llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando todos han bebido bastante, el menos bueno. Tú, en cambio, guardaste el mejor vino hasta ahora.»
Esta fue la primera obra reveladora de Jesús. Con ella manifestó su gloria en Caná de Galilea, y sus discípulos creyeron en él.
Palabra del Señor.
Enseñanza: El relato de las bodas de Caná nos muestra cómo Dios obra en nuestras vidas de manera extraordinaria a través de lo ordinario. El agua convertida en vino simboliza la transformación que Jesús quiere realizar en nosotros: Él toma nuestra humanidad limitada y, por su gracia, la eleva, llenándola de plenitud y gozo. Este pasaje también resalta la importancia de la intercesión de María, quien, atenta a las necesidades de los demás, confía plenamente en la acción de su Hijo. Su frase, “Hagan lo que Él les diga”, sigue siendo una invitación para nosotros hoy: confiar, obedecer y permitir que Jesús actúe en nuestras vidas, incluso cuando no entendamos sus tiempos o formas.
El Papa Francisco nos recuerda que el vino nuevo simboliza “la alegría del Evangelio”, esa alegría que transforma el corazón y llena nuestra vida de sentido. Este milagro también nos invita a reflexionar: ¿estamos atentos a las necesidades de los demás, como lo estuvo María? ¿Confiamos en que Jesús puede transformar nuestras carencias y vacíos en abundancia y alegría?
Reflexión práctica:
- Examina en tu vida qué áreas necesitan la intervención de Jesús: ¿qué agua quieres que Él convierta en vino?
- Imitando a María, sé sensible a las necesidades de quienes te rodean y actúa como un puente que los acerque a Jesús.
- Cultiva la alegría de saber que Dios siempre guarda “el mejor vino” para quienes confían en Él, aunque llegue en los momentos más inesperados.
Comienzo del santo evangelio según san Lucas (1,1-4; 4,14-21):
Puesto que muchos ya emprendieron la tarea de componer un relato de todos los acontecimientos que por voluntad divina se han cumplido entre nosotros, siguiendo la tradición que nos dejaron los que desde el principio fueron testigos oculares y luego se dedicaron al servicio de la palabra; también a mí me pareció oportuno, después de investigarlo todo cuidadosamente desde sus orígenes, ofrecerte, ilustre Teófilo, esta narración ordenada para que compruebes la solidez de las enseñanzas que recibiste.
Dando comienzo a su ministerio público, regresó Jesús del desierto a Galilea, revestido del poder del Espíritu. Su fama extendió por toda la región. Y elogiado por todos, empezó a enseñar en las sinagogas de los judíos.
Entonces fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías, y abriéndolo, encontró el pasaje donde dice:
«El espíritu del Señor está sobre mí. porque el Señor me ungió. Él me envió a llevar una buena noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos; a dar la libertad a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor.»
Jesús cerró el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles:
«Este pasaje de la Escritura se ha cumplido al escucharlo hoy ustedes.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús inicia su ministerio público anunciando que las profecías se han cumplido. Él es el Ungido de Dios, enviado para traer la Buena Noticia a los pobres, liberar a los cautivos y sanar a los corazones heridos. Este pasaje nos recuerda que la misión de Cristo no es solo espiritual, sino profundamente transformadora de la realidad humana. La proclamación del “año de gracia del Señor” nos habla de la cercanía de un Dios que restaura, consuela y transforma.
El Papa Francisco nos invita a reconocer que esta misión no es solo de Jesús, sino también nuestra. Somos llamados a ser sus manos y pies en el mundo, llevando esperanza a quienes más lo necesitan. Vivir el Evangelio implica comprometerse con los pobres, los marginados y los heridos, recordando siempre que cada pequeño gesto cuenta para construir el Reino de Dios.
Reflexión práctica:
- Pregúntate: ¿a quién puedes llevar la Buena Noticia en tu entorno? ¿Quiénes son los pobres, los oprimidos o los heridos que necesitan consuelo y esperanza?
- Reflexiona sobre cómo puedes vivir el “año de gracia del Señor” en tu vida cotidiana: tal vez con un acto de generosidad, reconciliación o servicio.
- No olvides que el anuncio de la Palabra siempre debe ir acompañado de acciones concretas que reflejen el amor de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,22-40):
Enseñanza: El encuentro de Simeón y Ana con el niño Jesús en el templo nos recuerda que Dios siempre cumple sus promesas. Simeón y Ana simbolizan la espera paciente y la fe perseverante. Ambos vivieron con la certeza de que verían al Salvador, y su esperanza fue recompensada con un encuentro transformador. Este pasaje nos enseña que la espera no es en vano cuando confiamos en el tiempo de Dios, quien obra en nuestra vida de maneras misteriosas pero siempre llenas de amor.
Además, la profecía de Simeón a María nos recuerda que seguir a Jesús implica cargar la cruz. La espada que atravesará el corazón de María nos invita a aceptar el sufrimiento como parte del camino cristiano, sabiendo que la gloria de Dios siempre prevalece.
Reflexión práctica:
- En los momentos de espera o incertidumbre, recuerda que Dios siempre cumple sus promesas. Fortalece tu fe a través de la oración y la confianza en su plan.
- Agradece por los “Simeones” y “Anas” en tu vida: personas mayores o sabias que, con su ejemplo, te inspiran a vivir con esperanza.
- Reflexiona sobre cómo puedes presentar tu vida ante el Señor, tal como María y José presentaron al niño Jesús en el templo.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,1-11):
Una vez que la gente se agolpaba en torno a él para oír la palabra de Dios, estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echen sus redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.
Enseñanza: El milagro de la pesca abundante nos muestra que el poder de Dios trasciende nuestras capacidades y esfuerzos. Pedro y los demás pescadores habían trabajado toda la noche sin éxito, pero la obediencia a la palabra de Jesús les trajo una recompensa inesperada. Este pasaje nos enseña que los verdaderos frutos no vienen de nuestra fuerza, sino de nuestra confianza y fidelidad al Señor.
La invitación de Jesús a Pedro para ser “pescador de hombres” nos recuerda que todos tenemos una misión. Dejando atrás sus redes, Pedro se convierte en discípulo, dispuesto a seguir a Jesús en la tarea de anunciar el Reino.
Reflexión práctica:
- Identifica en qué áreas de tu vida necesitas confiar más en la palabra de Jesús, incluso cuando todo parece estar en tu contra.
- Reflexiona sobre tu propia misión como “pescador de hombres”: ¿cómo puedes atraer a otros hacia Cristo a través de tu ejemplo, palabras y acciones?
- Recuerda que Jesús no elige a los perfectos, sino a los disponibles. Ofrece tus talentos, limitaciones y tiempo al servicio del Reino.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6, 17.20-26):
En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tienen hambre, porque quedarán saciados.
Bienaventurados los que ahora lloran, porque reirán.
Bienaventurados ustedes cuando los odien los hombres, y los excluyan, y los insulten y proscriban su nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.
Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían sus padres con los profetas.
Pero ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya han recibido su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que están saciados, porque tendrán hambre!
¡Ay de los que ahora ríen, porque harán duelo y llorarán!
¡Ay si todo el mundo habla bien de ustedes! Eso es lo que sus padres hacían con los falsos profetas.
Palabra del Señor.
Enseñanza: Las bienaventuranzas nos muestran un camino revolucionario hacia la felicidad. Jesús desafía las prioridades del mundo, invitándonos a valorar la humildad, la pobreza de espíritu, la compasión y la búsqueda de la justicia. Este mensaje nos llama a poner nuestra esperanza no en las riquezas o el éxito, sino en las promesas eternas de Dios.
El Papa Francisco nos recuerda que las bienaventuranzas son un programa de vida: “Son un camino que va en contra de la lógica del mundo, pero que conduce a la verdadera alegría.”
Reflexión práctica:
- Reflexiona sobre cuál de las bienaventuranzas te desafía más y cómo puedes vivirla en tu vida diaria.
- Examina tus prioridades: ¿están alineadas con los valores del Evangelio o con los del mundo?
- Busca formas concretas de ser consuelo y esperanza para quienes lloran, tienen hambre o son rechazados.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,27-38):
Jesús proclamó las bienaventuranzas y luego siguió diciendo a sus discípulos
«A ustedes que me escuchan, les digo:
Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian; bendigan a los que los maldicen, oren por los que los injurian.
Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra, y si alguien te quita la capa, déjale también la túnica.
A todo el que te pida dale y al que te quite lo tuyo no se lo reclames. Traten a los demás, como quieren que ellos los traten. Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a los que los aman.
Si hacen el bien a los que les hacen el bien ¿qué mérito tienen? Los pecadores hacen lo mismo. Si prestan cuando esperan que les paguen, ¿qué mérito tienen? También los pecadores se prestan unos a otros, con intención de recobrar lo prestado.
Amen más bien a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar que les paguen nada; y será muy grande su recompensa, y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los malos.
Sean misericordiosos, como es misericordioso su Padre.
No censuren, y Dios no los censurará. No condenen, y él no los condenará. Perdonen, y Dios los perdonará. Den, y él les dará; les llenará la medida con generosidad, con creces, hasta el borde.
Pues la medida con que den, será la medida con que reciban.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: El mensaje de este Evangelio es profundamente desafiante: amar a los enemigos, orar por quienes nos lastiman, y ser generosos incluso con quienes no lo merecen. Jesús nos invita a vivir una misericordia radical, reflejando el amor perfecto del Padre. Este amor no busca reciprocidad ni reconocimiento; se entrega libremente porque es un amor que nace de Dios.
Jesús nos reta a superar la lógica humana de la retribución y el resentimiento para adoptar la lógica divina del perdón y la generosidad. Al amar a nuestros enemigos, imitamos al Padre celestial, que “es bueno con los ingratos y los malos”. Este amor es la medida con la que seremos juzgados: “La medida con que den, será la medida con que reciban.”
Reflexión práctica:
- Identifica a alguien con quien tengas dificultades para reconciliarte y ora por esa persona.
- Pregúntate: ¿cómo puedes reflejar el amor de Dios en tus relaciones diarias, especialmente con quienes te cuesta amar?
- Practica la generosidad sin esperar nada a cambio, confiando en que Dios recompensará tus acciones.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6, 39-45):
Prosiguiendo su enseñanza, les dijo Jesús a los discípulos estas parábolas:
«Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?
El discípulo no está sobre el maestro; lo que podrá hacer al terminar su formación, será igualarlo.
¿Por qué te fijas en la astillita que hay en el ojo de tu hermano, y no adviertes la viga que tienes en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano:
Hermano, déjame quitarte la astillita del ojo, ¿si no ves la viga que tienes en el tuyo? Hipócrita, quítate primero la viga, y entonces verás claro para quitarle a tu hermano la astillita.
«No hay árbol sano que dé cosecha dañada, ni tampoco árbol podrido que dé cosecha buena. Cada árbol se conoce por lo que produce. En un espino no se encuentran higos ni de zarzas se cosechan uvas.
El hombre bueno, del bien que en su corazón tiene guardado, saca cosas buenas, y el hombre malo, del mal saca cosas malas. Porque de lo que rebosa el corazón, habla la boca.
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús utiliza imágenes claras para enseñar sobre el juicio, la autocrítica y la autenticidad. Nos recuerda que no podemos guiar a otros si no somos conscientes de nuestras propias limitaciones. Antes de señalar las faltas de los demás, debemos examinar nuestro propio corazón, eliminando aquello que nos impide ver con claridad.
Reflexión práctica:
- Haz un examen de conciencia: ¿Qué “vigas” necesitas retirar de tu vida para poder ayudar a los demás con autenticidad?
- Reflexiona sobre los frutos que estás dando: ¿Tus palabras y acciones reflejan un corazón lleno del amor de Dios?
- Busca la humildad al tratar con los demás, recordando que todos necesitamos la gracia de Dios para crecer.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,1-13):
Una vez bautizado, Jesús volvió del Jordán lleno del Espíritu Santo, y el Espíritu lo llevó por el desierto. Allí permaneció cuarenta días, y fue tentado por el diablo. Todo ese tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: «Si de veras eres el Hijo de Dios, manda que esta piedra se convierta en pan.»
Jesús le respondió: «La Escritura dice: ´No solamente de pan vive el hombre´.»
Entonces el diablo lo arrebató hacia lo alto y en un instante le mostró todos los reinos de la tierra.
Luego le dijo: «Yo te voy a dar el poder sobre todos estos reinos y toda su gloria, porque a mí me pertenecen y se los doy a quien quiero. Si te arrodillas y me adoras todo eso será tuyo.»
Jesús le respondió: «La Escritura dice: ´Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él lo servirás´.»
Finalmente lo llevó a Jerusalén, lo colocó en el lugar más alto del templo y le dijo: «Si de veras eres el Hijo de Dios, tírate de aquí.
Porque la Escritura dice: ´A sus ángeles dará órdenes para que te guarden´ y también ´Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra.´»
Jesús le respondió: «Está mandado: ´No exigirás pruebas al Señor tu Dios´».
Y después que el diablo propuso a Jesús toda clase de tentaciones, lo dejó hasta que llegara el momento propicio.
Palabra del Señor.
Enseñanza: El relato de las tentaciones de Jesús en el desierto nos invita a reflexionar sobre las pruebas que enfrentamos en nuestra vida y cómo responder a ellas con fidelidad. Jesús, lleno del Espíritu Santo, nos enseña a resistir las tentaciones del poder, la riqueza y la autosuficiencia, confiando plenamente en Dios y en su Palabra.
Cada respuesta de Jesús al diablo nos recuerda que la verdadera fuerza no proviene de satisfacer nuestras necesidades materiales o buscar la gloria mundana, sino de una relación profunda y confiada con el Padre. Este tiempo de Cuaresma nos invita a seguir su ejemplo, fortaleciendo nuestra fe a través de la oración, el ayuno y las obras de caridad.
Reflexión práctica:
- Identifica las tentaciones que enfrentas en tu vida diaria: ¿Cómo puedes responder a ellas con la Palabra de Dios?
- Usa este tiempo de Cuaresma para profundizar en tu relación con Dios mediante prácticas espirituales que fortalezcan tu fe.
- Reflexiona sobre las áreas de tu vida en las que necesitas confiar más en Dios y menos en tus propias fuerzas.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,28b-36):
En cierta ocasión llamó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió con ellos al monte a orar. Y mientras estaba orando, el aspecto de su rostro se transformó, y su vestidura quedó blanca y deslumbrante.
De pronto dos personajes empezaron a hablar con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron rodeados de gloria y hablaban de la partida de Jesús de este mundo, que iba a cumplirse en Jerusalén.
Y aunque Pedro y sus dos compañeros estaban con mucho sueño, pudieron mantenerse despiertos y vieron su gloria y a los dos personajes que estaban con él.
Y cuando ya estaban estos para irse, le dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno que estemos nosotros aquí! Vamos a hacer tres enramadas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Es que no sabía lo que decía.
Todavía estaba él hablando, cuando apareció una nube que se posó sobre ellos. Y al quedar envueltos en la nube, se llenaron de miedo.
Entonces se oyó una voz que salía de la nube y decía:
«Este es mi Hijo, mi elegido. Escúchenlo a él.»
Y cuando dejó de oírse la voz, quedó Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y de momento no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor.
Enseñanza: El Evangelio de la Transfiguración nos revela la gloria de Jesús como el Hijo amado del Padre, anticipando la victoria de la resurrección. Este pasaje nos invita a entrar en la experiencia de la oración profunda, donde podemos contemplar la presencia de Dios y recibir su luz en medio de nuestras propias oscuridades.
La voz del Padre que dice: “Este es mi Hijo, mi elegido. Escúchenlo a él” nos recuerda la importancia de obedecer y seguir a Jesús en nuestro camino de fe. En la Cuaresma, este momento es una llamada a abrirnos al misterio de Cristo y a confiar en su plan, incluso en las dificultades.
Reflexión práctica:
- Dedica tiempo para la oración en silencio, permitiendo que la voz de Dios hable a tu corazón.
- Reflexiona sobre cómo puedes escuchar mejor a Jesús en tu vida diaria: ¿Qué cambios puedes hacer para seguirlo más de cerca?
- Contempla la gloria de Cristo en medio de las pruebas, confiando en que él te lleva a la vida plena.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,1-9):
Hablaba Jesús del juicio divino, cuando se presentaron unos y le contaron el caso de los galileos que Pilato había mandado matar mientras ofrecían sacrificios, de manera que se mezcló su sangre con la de los animales que sacrificaban. Jesús les dijo entonces:
«¿Piensan que porque ellos sufrieron esa muerte eran más pecadores que los demás galileos? Les aseguro que no.
Y si ustedes no se arrepienten, todos por igual van a perecer. O aquellas dieciocho personas que murieron en Siloé, aplastadas por la torre que les cayó encima, ¿piensan que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no.
Y si ustedes no se arrepienten, van a perecer todos por igual.»
Les dijo también esta parábola:
«Un hombre tenía una higuera sembrada en medio de su viña. Y fue a ver si encontraba higos. pero no encontró. Entonces le dijo al encargado de la viña: ´Ya ves, desde hace tres años estoy viniendo a buscar higos en esta higuera y nunca encuentro nada. Lo mejor es que la cortes.
¿Para qué dejar que ocupe terreno inútilmente?´ Pero el encargado le contestó: ´Señor, déjala todavía otro año; mientras tanto yo remuevo la tierra y le echo abono. Tal vez entonces dé cosecha. Si no da, entonces sí la cortas.´»
Palabra del Señor.
Enseñanza: Jesús nos invita a reflexionar sobre nuestra necesidad de conversión. Los ejemplos de los galileos y las víctimas de Siloé nos recuerdan que las tragedias no son un castigo divino, sino una oportunidad para examinar nuestra propia vida y arrepentirnos.
La parábola de la higuera es un mensaje de esperanza y paciencia. Aunque no siempre demos frutos, Dios nos ofrece su misericordia y nos da tiempo para cambiar. Sin embargo, también es un llamado a no postergar nuestra conversión, porque el tiempo es limitado.
Reflexión práctica:
- ¿Qué aspectos de tu vida necesitan un cambio urgente para dar frutos buenos? Haz un compromiso concreto de acción.
- Confía en la paciencia y misericordia de Dios, pero no dejes para mañana lo que puedes transformar hoy.
- Cultiva tu fe con la “tierra” de la oración y el “abono” de las obras de caridad.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32):
Todos los recaudadores y pecadores se acercaban a escuchar a Jesús.
Entonces los fariseos y los escribas empezaron a criticarlo. Decían: «Este hombre acepta a los pecadores y hasta come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos le dijo a su padre: ´Padre, dame la parte de la herencia que me toca.´ Él les repartió los bienes.
Pocos días después, el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde derrochó todos sus bienes, levando una vida de libertinaje.
Cuando se lo había gastado todo, vino un hambre terrible en esa tierra, y empezó a pasar necesidad.
Entonces fue y se arrimó a uno de los habitantes del país, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y sentía ganas de calmar el hambre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: ´¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me estoy muriendo de hambre!
Voy a volver a donde mi padre y le digo: Padre, pequé contra Dios y contra ti. Ya no merezco que me llames hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros´.
Y efectivamente emprendió el viaje y se fue a donde su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo divisó y se conmovió; corrió y lo recibió con abrazos y besos.
El hijo empezó: ´Padre, pequé contra Dios y contra ti. Ya no merezco que me llames hijo tuyo´.
Pero el padre les dijo a sus sirvientes: ´¡Pronto! saquen la mejor ropa y vístanlo con ella; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
Traigan el novillo más gordo, mátenlo y hagamos un banquete porque este hijo mío estaba muerto y resucitó, estaba perdido y lo encontramos´.
Y empezaron el banquete.
«El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cerca ya de la casa. oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los sirvientes y le preguntó qué era eso. Él le dijo: ´¡Volvió tu hermano!, y tu padre mandó matar el novillo más gordo por haberlo recobrado sano y salvo.´
El hijo mayor se puso furioso y no quería entrar. El padre salió y empezó a rogarle que entrara. Pero él replicó: ´Fíjate cuántos años hace que te estoy sirviendo sin desobedecer jamás una orden tuya, y a mí nunca me has dado ni siquiera un cabrito para tener un banquete con mis amigos. ¡Pero apenas llega este hijo tuyo que derrochó sus bienes con mujeres de mala vida, para él sí mandas matar el novillo más gordo!´
El padre le dijo: ´Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y resucitó, estaba perdido y lo encontramos.´»
Palabra del Señor.
Enseñanza: La parábola del hijo pródigo es un hermoso reflejo del amor incondicional de Dios, que siempre está dispuesto a recibirnos con los brazos abiertos cuando regresamos a él con un corazón arrepentido. Nos enseña que no importa cuán lejos hayamos ido, siempre hay un lugar para nosotros en la casa del Padre.
El padre de la parábola no solo perdona, sino que celebra el regreso del hijo con un banquete, mostrando la alegría divina por cada pecador que se arrepiente. Por otro lado, el hijo mayor nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud hacia los demás: ¿Somos generosos y comprensivos, o guardamos rencor y orgullo?
Reflexión práctica:
- Examina si hay algo que te aleja de Dios y haz un acto de reconciliación, ya sea a través de la confesión o la oración.
- Piensa en las personas que necesitan tu perdón o comprensión: ¿Cómo puedes imitarlas el amor y la misericordia del Padre?
- Vive con gratitud, recordando que todo lo que tienes es un regalo del Padre amoroso.
Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):
Jesús se dirigió al Monte de los Olivos. Y por la mañana temprano fue otra vez al templo, y todo el pueblo se reunió junto a él: el se sentó y se puso a enseñarles.
Entonces los escribas y los fariseos le llevaron una mujer que habían sorprendido cometiendo adulterio, la colocaron en medio y le dijeron a Jesús:
«Maestro, a esta mujer la sorprendimos en el momento mismo de cometer adulterio. Y en la Ley nos mandó Moisés que a esas personas hay que darles muerte apedreándolas. ¿Tú qué dices?»
Esto lo decían para ponerlo en dificultades y tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y empezó a escribir con el dedo en el suelo.
Como ellos siguieron insistiendo con la pregunta, él se levantó y les dijo:
«¡El que no tenga pecado, que le tire la primera piedra!»
Y se volvió a inclinar y siguió escribiendo en el suelo. Ellos, al oír esto, se fueron retirando uno por uno, comenzando por los más viejos; y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante.
Entonces se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te condenó?»
Ella respondió: «Nadie, Señor.»
Jesús le dijo: «Pues tampoco yo te condeno. Vete, y de ahora en adelante no peques más.»
Palabra del Señor.
Enseñanza: El relato de la mujer sorprendida en adulterio nos enseña sobre el inmenso amor y misericordia de Jesús. Mientras los escribas y fariseos buscan condenar, Jesús responde con sabiduría, recordando que todos somos pecadores y necesitamos la gracia de Dios. Su frase: “El que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”, nos invita a dejar de juzgar a los demás y a mirar primero nuestro propio corazón.
Jesús no condena a la mujer, sino que la libera y la llama a una vida nueva: “Vete, y de ahora en adelante no peques más”. Esto nos recuerda que la misericordia de Dios no es una aprobación del pecado, sino una invitación a la transformación.
Reflexión práctica:
- Reflexiona sobre tu tendencia a juzgar a los demás: ¿Hay alguien a quien necesitas ofrecer misericordia en lugar de condena?
- Reconoce tus propias faltas y acércate al sacramento de la reconciliación, buscando la misericordia de Dios.
- Haz un esfuerzo concreto por perdonar a alguien que te haya ofendido o con quien tengas un conflicto.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,38-44):
En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
Y se pusieron a acusarlo diciendo:
«Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey»,
Pilato le preguntó:
«¿Eres tú el rey de los judíos?»
Él le responde:
«Tú lo dices».
Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
«No encuentro ninguna culpa en este hombre»,
Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo:
«Instiga al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí».
Pilato al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.
Herodes, al ver a Jesús, se muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante palabrería; pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con insistencia.
Herodes, con su soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre sí.
Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:
«Me han traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusan; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya ven que no ha hecho nada digno de muerte.
Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
Ellos vociferaron en masa:
«¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás»,
Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:
«¡Crucifícalo, crucifícalo¡»
Por tercera vez les dijo:
«Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que le crucificara; e iba creciendo su griterío.
Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían:
soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
«Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren por ustedes y por sus hijos, porque miren que vienen días en los que dirán: ´´Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado´´. Entonces empezarán a decirles a los montes: ´´Caigan sobre nosotros´´, y a las colinas: ´´Cúbrannos´´; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?».
Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Y cuando llegaron al lugar llamado La Calavera
lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte.
El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido»,
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente que recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio. Este no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu»,
Y, dicho esto, expiró.
El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios
diciendo:
«Realmente, este hombre era justo».
Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.
Había un hombre, llamado José, que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo (este no había dado su asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos);
era natural de Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. Este acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo
colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía.
Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea
lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. Al regresar, prepararon aromas y mirra.
Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto.
Palabra del Señor.
Enseñanza: La Pasión según San Lucas nos muestra el camino de Jesús hacia la cruz como el mayor acto de amor y obediencia al Padre. En medio del sufrimiento, Jesús pronuncia palabras de perdón y esperanza: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” y “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
La figura del buen ladrón nos recuerda que nunca es tarde para arrepentirse y volver a Dios, quien siempre está dispuesto a acogernos. También vemos el contraste entre la dureza de los corazones que condenaron a Jesús y la humildad de quienes reconocieron su inocencia y justicia, como el centurión romano y José de Arimatea.
Este relato nos invita a contemplar el amor sacrificial de Cristo, quien entregó su vida por nuestra salvación. Es un llamado a cargar nuestra cruz con fe y a seguir el ejemplo de Jesús en la entrega por los demás.
Reflexión práctica:
- Acompaña a Jesús en su Pasión, dedicando tiempo a meditar en su amor y sacrificio por ti.
- Busca perdonar a quienes te han herido, siguiendo el ejemplo de Jesús en la cruz.
- Ofrece un acto concreto de amor o sacrificio por alguien que lo necesite, como una forma de cargar tu propia cruz.
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Enseñanza: El evangelio de la Resurrección nos llena de esperanza y alegría. María Magdalena, la primera en descubrir el sepulcro vacío, representa la búsqueda ferviente de Jesús incluso en medio de la incertidumbre. Su anuncio a Pedro y al otro discípulo nos recuerda que la fe se vive en comunidad, compartiendo las buenas noticias del Señor.
La escena del sepulcro vacío y los lienzos tendidos destaca la realidad de la Resurrección. Juan “vio y creyó”, mostrándonos que, aunque todavía no comprendían plenamente las Escrituras, la fe puede surgir incluso en momentos de desconcierto. Este evento central de nuestra fe nos invita a abrir nuestros corazones a la vida nueva que Jesús nos ofrece con su victoria sobre la muerte.
Reflexión práctica:
- Contempla el sepulcro vacío como signo de esperanza: Jesús ha resucitado y su amor ha vencido al pecado y la muerte.
- Vive la Pascua compartiendo la alegría de la Resurrección con los demás a través de gestos de amor y servicio.
- Dedica tiempo a profundizar en la Escritura para comprender mejor el misterio de la Resurrección en tu vida.
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a ustedes».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así
también los envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a ustedes»
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!.»
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los
que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.
Palabra del Señor.
Enseñanza: En este evangelio, Jesús resucitado se aparece a los discípulos y les da un mensaje de paz y reconciliación: “Paz a ustedes”. Su saludo se convierte en una invitación a vivir en comunión con Dios y con los demás, confiando en su misericordia.
La figura de Tomás, que duda hasta tocar las heridas de Jesús, refleja nuestras propias luchas con la fe. Jesús no lo reprende, sino que lo invita a creer: “Bienaventurados los que crean sin haber visto”. Esto nos recuerda que la fe no siempre depende de pruebas tangibles, sino de la confianza en el amor y la promesa de Dios.
El envío del Espíritu Santo y el poder de perdonar pecados nos muestran que la Resurrección de Jesús no solo transforma a los discípulos, sino que nos da una misión: ser portadores de su misericordia en el mundo.
Reflexión práctica:
- Reflexiona sobre tus dudas y miedos, y preséntalos a Jesús, confiando en su misericordia y amor.
- Participa en el sacramento de la reconciliación, recordando que el Espíritu Santo nos da el poder de experimentar el perdón y la paz.
- Sé un mensajero de paz en tu entorno, siguiendo el ejemplo de Jesús al reconciliarte con quienes tengas conflictos.